Valor del mes: MisericordiaLema del mes: «Nos das la feliz esperanza de arrepentirnos» (Sab 12, 19)
Objetivo: Acompañar
a los miembros de la pastoral juvenil a vivir la Cuaresma, presentando las
obras de misericordia corporales como un modelo para vivir las prácticas de
justicia durante este tiempo de conversión.
Preámbulo
¿Sabías que durante la Cuaresma la Iglesia nos hace
varias invitaciones esenciales para nuestro crecimiento personal?
Nos invita a la reflexión y nos llama a la conversión,
con el propósito de que profundicemos en el significado de la misericordia.
Hoy hablaremos de una de esas invitaciones a practicar
la justicia: Realizar obras de misericordia corporales.
Oración Inicial
Señor Jesucristo, rostro de la misericordia del Padre
Celestial, al iniciar este recorrido por el camino cuaresmal, te pedimos que
nos concedas un corazón sensible a las necesidades de nuestros hermanos.
Te suplicamos hoy, que podamos verte a ti en cada
persona necesitada.
Ayúdanos a ser instrumentos de tu amor y misericordia,
para que, a través de nuestras acciones, tu Reino se haga presente en medio del
mundo.
Amén.
Introducción
Vivimos en una sociedad en la que, lamentablemente, el
individualismo, el narcisismo y el egocentrismo dominan las acciones de las
personas, provocando que se pierdan valores como la solidaridad, el sentido de
pertenencia y el deseo de ayudar a los demás.
La Cuaresma es una hermosa invitación a volver a esos
valores, una buena oportunidad para poner en nuestro corazón el deseo de ayudar
al otro.
En este mes de marzo, en el itinerario pastoral que nos
propone la Iglesia, meditamos en la Misericordia. Como parte de nuestra
formación continua, estaremos reflexionando hoy en las obras de misericordia corporales.
La Iglesia, partiendo de las enseñanzas de Jesús, nos
muestra siete obras de misericordia corporales, a saber: dar de comer al
hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, dar posada al
peregrino, visitar a los enfermos, visitar a los presos y enterrar a los
difuntos.
Estas obras tienen su fundamento en las Sagradas
Escrituras, especialmente en el Evangelio de Mateo 25, 31-46, donde Jesús nos
enseña que seremos juzgados por el amor con el que hayamos tratado a los más
necesitados y en el libro de Tobías 1, 16-18 que nos exhorta a dar sepultura a
quienes han fallecido.
Preguntas de Reflexión
¿Cuál de estas obras de misericordia he
realizado en algún momento de mi vida?
¿Qué podemos hacer para vivir más a fondo
las obras de misericordia durante esta Cuaresma?
¿Cómo podemos, en nuestra vida diaria,
llevar a cabo estas obras de misericordia?
Ahora, desmenucemos estas obras de misericordia y
reflexionemos cómo podemos practicar la justicia llevándolas a cabo.
Un acercamiento a las Palabras pronunciadas
por Jesús en Mateo 25, 34-40
Leamos lo que dice el evangelio (en la medida de lo
posible que sea directo de la Biblia):
34 Entonces el Rey
dirá a los que tenga a su derecha: «Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en
herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, 35 porque
tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; fui
forastero, y me recibieron; 36 desnudo, y me vistieron; enfermo, y me
visitaron; preso, y me vinieron a ver».
37 Los justos le
responderán: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer;
sediento, y te dimos de beber?
38 ¿Cuándo te vimos peregrino,
y te alojamos; desnudo, y te vestimos?
39 ¿Cuándo te vimos
enfermo o preso, y fuimos a verte?».
40 Y el Rey les
responderá: «Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis
hermanos, lo hicieron conmigo».
Palabra del Señor
«Vengan benditos de
mi Padre»
En este fragmento del
evangelio, Jesús nos llama benditos cuando somos capaces de ser solidarios.
Dios nos llena de su bendición cuando somos capaces de ayudar al que más lo
necesita.
Cuando nos atrevemos compartir nuestro pan con el que pasa hambre,
cuando estamos dispuestos a saciar la sed del hermano y cuando nos disponemos a
ayudar al que pasa alguna dificultad Dios derrama en nuestras vidas su gracia.
Debemos dar de comer al hambriento
En la realidad actual
vemos muchas personas mendigando pan en las calles, ¿qué sentimos en nuestro
corazón al percibir esa situación? ¿Nos solidarizamos o nos hacemos los ciegos?
Cuando tenemos la posibilidad de compartir el pan y no
lo hacemos, pecamos de omisión. Le
negamos la posibilidad de sustento a alguien que no tiene qué comer.
Muchos teorizan,
pensando que sólo en lugares tan distantes como África hay
personas pasando necesidad. Sin embargo, la realidad es otra.
Hay quienes son
incapaces de ver que, al lado de su casa, probablemente una señora mayor, que ha
sido descuidada por su familia, no tiene qué comer. Por eso, debemos abrir nuestros ojos
para ver la necesidad de quienes están más cerca.
Jesús les anuncia a sus seguidores: «Tuve hambre y me
dieron de comer», pero tomemos esta frase para nosotros: Tú y yo estamos
llamados a compartir el pan con el más necesitado.
Sin embargo, tenemos el deber de ir más allá. No
quedarnos sólo en dar algo que comer, vayamos un poco más allá, compartamos con aquel que necesita. Incluso, aunque estemos pasando por situaciones difíciles.
Este evangelio es un recordatorio que nos hace Jesús
de que si «somos imagen y semejanza de Dios» debemos «ser misericordiosos
porque nuestro Padre Celestial es misericordioso». Por ende, debemos poner el
corazón en la miseria del que sufre, ver su sufrir y hacer algo para que su
situación de calamidad mejore.
Con este llamado que Cristo nos hace nos pone en
manifiesto nuestro deber de ver en el que está padeciendo alguna necesidad a
otro hijo de Dios, a otro ser humano como nosotros que está viviendo una
situación difícil y con quien, dentro de nuestras propias limitaciones, debemos
de ayudar.
Dar de beber al sediento
Este «tuve sed» que pronuncia Jesús veámoslo desde una
perspectiva espiritual. Muchas veces, el vaso o la botellita de agua que
debemos darle a alguien con sed es la empatía.
Hay personas sufriendo depresión y el agua que
necesitan para calmar su sed es la de alguien que los escuche.
Existen individuos que tienen «sed» de sentirse
valorados, porque han sido olvidados, abandonados a su propia suerte. Quizás no estén sedientos
de agua, sino del «vino de la alegría». Pero no de un vino que emborrache y les
haga inhibirse o relajarse, sino del vino que se comparte para disfrutar de la
amistad sincera.
Otras veces esa «sed es de café», ¡sí, estoy convencido
de que la sed de café existe! Esa sed que quita dolores de cabeza, que revitaliza
y ayuda a poner en perspectiva.
En la actualidad, vemos personas que están agotadas a
causa de tantos compromisos. Que van por la vida cargados de desesperanzas y
angustias. Necesitados de hacer esa pequeña pausa en la rutina cotidiana que
los agobia.
Como servidores de Cristo debemos ofrecerle esa tacita de café que les
ayude a mermar el ímpetu de los días y le ofrezca relajarse. O quizás el té de
manzanilla, si no toman café.
Hoy pidámosle a Jesucristo, el «agua viva» que nos conceda la gracia de saciar nuestra sed de paz y de ayudar a los demás a calmar su necesidad de cercanía.
Vestir al desnudo
En la sociedad de consumo en la que nos ha tocado
vivir lo que prima es seguir tendencias. Actualmente se vive en un espejismo en
el que sólo se valoran las apariencias. A tal punto que, aquella vieja práctica
de darle ropa a alguien que lo necesita resulta hasta impensable.
En Cuaresma es un tiempo propicio para revisar nuestro
closet y compartir con quienes necesitan una prenda de vestir que está en perfecto
estado, pero que ya no utilizamos.
La Iglesia como
institución tiene una pastoral que se dedica a realizar esta obra de misericordia
corporal: La Pastoral de Caridad y Justicia. Acerquémonos a nuestra parroquia y
veamos cómo podemos ofrecer esta ayuda.
Dar posada al peregrino
«Fui peregrino» dice Jesús. «Fui migrante» nos exhorta
el Señor. «Estuve en el exilio» nos recuerda Cristo, y me ofreciste posada, y
me acogiste, tú me recibiste.
Esta obra de misericordia se traduce en nuestra
capacidad de acogida.
Vivimos en un mundo en constante movimiento. Muchos
emigran de manera legal o ilegal de países que están en situaciones difíciles.
Como pueblo de Dios estamos llamados a la acogida, sin que este «dar posada» vaya
en detrimento de la soberanía nacional.
Visitar a los enfermos
¿Por qué debemos visitar a los enfermos? Porque esto
nos humaniza.
Al acompañarlos en su fragilidad somos capaces de ver la realidad
a la que estamos expuestos, pero esta visita debe realizarse desde la
perspectiva de la fe. Siendo un canal de esperanza, llevando consuelo.
Al practicar esta obra de misericordia corporal nos hacemos
instrumento de Cristo que da sosiego al que sufre y nos hacemos capaces de ver
a ese mismo Cristo «sufriente» en la persona de nuestro hermano.
Visitar a los presos
Jesús nos exhorta a visitar a los presos. Veámoslo desde
una perspectiva de las prisiones espirituales que agobian a nuestra sociedad
hoy.
Una prisión actual es el «egocentrismo». Existen prisioneros
en sí mismos. Incapaces de ver la luz de la realidad. ¿Eres tú ese preso? ¿O
debes tú visitar a alguien que está sufriendo en esa prisión.
Conocemos jóvenes presos en los vicios. En cárceles construidas
por la dependencia de una sustancia que los contamina y les nubla el juicio. Nuestro
deber es orar por estos cautivos y, en la medida de lo posible tender una mano
solidaria.
Otros están realmente presos, en prisiones a causa de su
mal obrar. Quizás no podamos acudir a su encuentro todavía yendo a visitarlos a
la cárcel, pero, siempre podemos ayudarles.
Para el Jueves Santo, la Iglesia,
durante la Misa Crismal recibe detergentes y artículos de higiene personal, una
forma de ayudar a esos reos es aportando algo material para paliar su
situación.
Enterrar a los difuntos
Probablemente notaste que esta obra de misericordia,
«enterrar a los difuntos» no es parte de las exhortaciones de Jesús en esta parábola
del juicio final. Sin embargo, sí forma parte de las obras de misericordia corporales y también
contiene un sustento bíblico.
En el libro de Tobías, específicamente en el capítulo
1 versículo 17 vemos como Tobit explica que él: «Compartía su comida con los
que padecían hambre, y daba de su ropa a quienes no tenían. Y cuando algún
israelita moría y su cadáver era arrojado fuera de las murallas de Nínive, si él
lo veía, iba y lo enterraba».
En la actualidad, esta obra
de misericordia la practicamos acompañando a quienes sufren la pérdida de un
ser querido y honrando la memoria de todos aquellos que se nos han adelantado
al encuentro con Dios.
«Cuando realizamos
obras de misericordia, ese bien se lo hacemos a Jesús»
Enseña Jesús que todo el
bien que podamos hacer a los demás lo realizamos con él. Si le damos el pan al
hambriento, lo compartimos con él que nos ha compartido su cuerpo en la
Eucaristía y nos ha enseñado a pedirle al Padre Celestial el pan de cada día.
Quizás te pueda interesar leer mi poema de esta semana: Mi amparo y mi refugio
Reflexionando en Torno al Tema
¿Soy capaz de ver a Jesús en el otro?
¿Qué haremos como Pastoral Juvenil para cumplir
las obras de misericordia?
¿Cómo yo, de manera personal, puedo vivir
las obras de misericordia?
A Modo de Conclusión
Las obras de misericordia son una necesidad espiritual
que nos acerca más a Dios y nos enseña a vivir la justicia en su sentido más
profundo.
Al practicar la misericordia, nos convertimos en
instrumentos de la gracia de Dios y contribuimos a la construcción de una
sociedad más solidaria, justa y fraterna.
Es importante recordar que estas obras no son solo
acciones aisladas, sino un estilo de vida que debe impregnar todas nuestras
relaciones.
«Profundicemos la reflexión con una canción»
Oración Final
Buen Jesús, hoy te damos gracias por tu amarnos y
llenarnos de ti. En este día en el que he conocido a través de mi comunidad
cuales son las obras de misericordia, queremos pedirte que nos ayudes a ser
testigos de tu amor en medio del mundo, practicando las obras de misericordia
con generosidad y alegría. Que nuestra vida sea un reflejo de tu misericordia,
para que todos puedan experimentar, por medio de nuestro servicio, tu amor,
esperanza y paz.
Amén.
Autor: Juan Pablo Jiménez
Objetivo: Acompañar
a los miembros de la pastoral juvenil a vivir la Cuaresma, presentando las
obras de misericordia corporales como un modelo para vivir las prácticas de
justicia durante este tiempo de conversión.
Preámbulo
¿Sabías que durante la Cuaresma la Iglesia nos hace
varias invitaciones esenciales para nuestro crecimiento personal?
Nos invita a la reflexión y nos llama a la conversión,
con el propósito de que profundicemos en el significado de la misericordia.
Hoy hablaremos de una de esas invitaciones a practicar
la justicia: Realizar obras de misericordia corporales.
Oración Inicial
Señor Jesucristo, rostro de la misericordia del Padre
Celestial, al iniciar este recorrido por el camino cuaresmal, te pedimos que
nos concedas un corazón sensible a las necesidades de nuestros hermanos.
Te suplicamos hoy, que podamos verte a ti en cada
persona necesitada.
Ayúdanos a ser instrumentos de tu amor y misericordia,
para que, a través de nuestras acciones, tu Reino se haga presente en medio del
mundo.
Amén.
Introducción
Vivimos en una sociedad en la que, lamentablemente, el
individualismo, el narcisismo y el egocentrismo dominan las acciones de las
personas, provocando que se pierdan valores como la solidaridad, el sentido de
pertenencia y el deseo de ayudar a los demás.
La Cuaresma es una hermosa invitación a volver a esos
valores, una buena oportunidad para poner en nuestro corazón el deseo de ayudar
al otro.
En este mes de marzo, en el itinerario pastoral que nos
propone la Iglesia, meditamos en la Misericordia. Como parte de nuestra
formación continua, estaremos reflexionando hoy en las obras de misericordia corporales.
La Iglesia, partiendo de las enseñanzas de Jesús, nos
muestra siete obras de misericordia corporales, a saber: dar de comer al
hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, dar posada al
peregrino, visitar a los enfermos, visitar a los presos y enterrar a los
difuntos.
Estas obras tienen su fundamento en las Sagradas
Escrituras, especialmente en el Evangelio de Mateo 25, 31-46, donde Jesús nos
enseña que seremos juzgados por el amor con el que hayamos tratado a los más
necesitados y en el libro de Tobías 1, 16-18 que nos exhorta a dar sepultura a
quienes han fallecido.
Preguntas de Reflexión
¿Cuál de estas obras de misericordia he
realizado en algún momento de mi vida?
¿Qué podemos hacer para vivir más a fondo
las obras de misericordia durante esta Cuaresma?
¿Cómo podemos, en nuestra vida diaria,
llevar a cabo estas obras de misericordia?
Ahora, desmenucemos estas obras de misericordia y
reflexionemos cómo podemos practicar la justicia llevándolas a cabo.
Un acercamiento a las Palabras pronunciadas por Jesús en Mateo 25, 34-40
Leamos lo que dice el evangelio (en la medida de lo
posible que sea directo de la Biblia):
34 Entonces el Rey
dirá a los que tenga a su derecha: «Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en
herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, 35 porque
tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; fui
forastero, y me recibieron; 36 desnudo, y me vistieron; enfermo, y me
visitaron; preso, y me vinieron a ver».
37 Los justos le
responderán: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer;
sediento, y te dimos de beber?
38 ¿Cuándo te vimos peregrino,
y te alojamos; desnudo, y te vestimos?
39 ¿Cuándo te vimos
enfermo o preso, y fuimos a verte?».
40 Y el Rey les
responderá: «Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis
hermanos, lo hicieron conmigo».
Palabra del Señor
«Vengan benditos de mi Padre»
En este fragmento del evangelio, Jesús nos llama benditos cuando somos capaces de ser solidarios. Dios nos llena de su bendición cuando somos capaces de ayudar al que más lo necesita.
Cuando nos atrevemos compartir nuestro pan con el que pasa hambre, cuando estamos dispuestos a saciar la sed del hermano y cuando nos disponemos a ayudar al que pasa alguna dificultad Dios derrama en nuestras vidas su gracia.
Debemos dar de comer al hambriento
En la realidad actual
vemos muchas personas mendigando pan en las calles, ¿qué sentimos en nuestro
corazón al percibir esa situación? ¿Nos solidarizamos o nos hacemos los ciegos?
Cuando tenemos la posibilidad de compartir el pan y no
lo hacemos, pecamos de omisión. Le
negamos la posibilidad de sustento a alguien que no tiene qué comer.
Muchos teorizan,
pensando que sólo en lugares tan distantes como África hay
personas pasando necesidad. Sin embargo, la realidad es otra.
Hay quienes son
incapaces de ver que, al lado de su casa, probablemente una señora mayor, que ha
sido descuidada por su familia, no tiene qué comer. Por eso, debemos abrir nuestros ojos
para ver la necesidad de quienes están más cerca.
Jesús les anuncia a sus seguidores: «Tuve hambre y me
dieron de comer», pero tomemos esta frase para nosotros: Tú y yo estamos
llamados a compartir el pan con el más necesitado.
Sin embargo, tenemos el deber de ir más allá. No quedarnos sólo en dar algo que comer, vayamos un poco más allá, compartamos con aquel que necesita. Incluso, aunque estemos pasando por situaciones difíciles.
Este evangelio es un recordatorio que nos hace Jesús
de que si «somos imagen y semejanza de Dios» debemos «ser misericordiosos
porque nuestro Padre Celestial es misericordioso». Por ende, debemos poner el
corazón en la miseria del que sufre, ver su sufrir y hacer algo para que su
situación de calamidad mejore.
Con este llamado que Cristo nos hace nos pone en
manifiesto nuestro deber de ver en el que está padeciendo alguna necesidad a
otro hijo de Dios, a otro ser humano como nosotros que está viviendo una
situación difícil y con quien, dentro de nuestras propias limitaciones, debemos
de ayudar.
Dar de beber al sediento
Este «tuve sed» que pronuncia Jesús veámoslo desde una
perspectiva espiritual. Muchas veces, el vaso o la botellita de agua que
debemos darle a alguien con sed es la empatía.
Hay personas sufriendo depresión y el agua que
necesitan para calmar su sed es la de alguien que los escuche.
Existen individuos que tienen «sed» de sentirse
valorados, porque han sido olvidados, abandonados a su propia suerte. Quizás no estén sedientos
de agua, sino del «vino de la alegría». Pero no de un vino que emborrache y les
haga inhibirse o relajarse, sino del vino que se comparte para disfrutar de la
amistad sincera.
Otras veces esa «sed es de café», ¡sí, estoy convencido
de que la sed de café existe! Esa sed que quita dolores de cabeza, que revitaliza
y ayuda a poner en perspectiva.
En la actualidad, vemos personas que están agotadas a causa de tantos compromisos. Que van por la vida cargados de desesperanzas y angustias. Necesitados de hacer esa pequeña pausa en la rutina cotidiana que los agobia.
Como servidores de Cristo debemos ofrecerle esa tacita de café que les
ayude a mermar el ímpetu de los días y le ofrezca relajarse. O quizás el té de
manzanilla, si no toman café.
Hoy pidámosle a Jesucristo, el «agua viva» que nos conceda la gracia de saciar nuestra sed de paz y de ayudar a los demás a calmar su necesidad de cercanía.
Vestir al desnudo
En la sociedad de consumo en la que nos ha tocado
vivir lo que prima es seguir tendencias. Actualmente se vive en un espejismo en
el que sólo se valoran las apariencias. A tal punto que, aquella vieja práctica
de darle ropa a alguien que lo necesita resulta hasta impensable.
En Cuaresma es un tiempo propicio para revisar nuestro
closet y compartir con quienes necesitan una prenda de vestir que está en perfecto
estado, pero que ya no utilizamos.
La Iglesia como
institución tiene una pastoral que se dedica a realizar esta obra de misericordia
corporal: La Pastoral de Caridad y Justicia. Acerquémonos a nuestra parroquia y
veamos cómo podemos ofrecer esta ayuda.
Dar posada al peregrino
«Fui peregrino» dice Jesús. «Fui migrante» nos exhorta
el Señor. «Estuve en el exilio» nos recuerda Cristo, y me ofreciste posada, y
me acogiste, tú me recibiste.
Esta obra de misericordia se traduce en nuestra capacidad de acogida.
Vivimos en un mundo en constante movimiento. Muchos emigran de manera legal o ilegal de países que están en situaciones difíciles.
Como pueblo de Dios estamos llamados a la acogida, sin que este «dar posada» vaya
en detrimento de la soberanía nacional.
Visitar a los enfermos
¿Por qué debemos visitar a los enfermos? Porque esto nos humaniza.
Al acompañarlos en su fragilidad somos capaces de ver la realidad
a la que estamos expuestos, pero esta visita debe realizarse desde la
perspectiva de la fe. Siendo un canal de esperanza, llevando consuelo.
Al practicar esta obra de misericordia corporal nos hacemos instrumento de Cristo que da sosiego al que sufre y nos hacemos capaces de ver a ese mismo Cristo «sufriente» en la persona de nuestro hermano.
Visitar a los presos
Jesús nos exhorta a visitar a los presos. Veámoslo desde
una perspectiva de las prisiones espirituales que agobian a nuestra sociedad
hoy.
Una prisión actual es el «egocentrismo». Existen prisioneros
en sí mismos. Incapaces de ver la luz de la realidad. ¿Eres tú ese preso? ¿O
debes tú visitar a alguien que está sufriendo en esa prisión.
Conocemos jóvenes presos en los vicios. En cárceles construidas
por la dependencia de una sustancia que los contamina y les nubla el juicio. Nuestro
deber es orar por estos cautivos y, en la medida de lo posible tender una mano
solidaria.
Otros están realmente presos, en prisiones a causa de su mal obrar. Quizás no podamos acudir a su encuentro todavía yendo a visitarlos a la cárcel, pero, siempre podemos ayudarles.
Para el Jueves Santo, la Iglesia,
durante la Misa Crismal recibe detergentes y artículos de higiene personal, una
forma de ayudar a esos reos es aportando algo material para paliar su
situación.
Enterrar a los difuntos
Probablemente notaste que esta obra de misericordia,
«enterrar a los difuntos» no es parte de las exhortaciones de Jesús en esta parábola
del juicio final. Sin embargo, sí forma parte de las obras de misericordia corporales y también
contiene un sustento bíblico.
En el libro de Tobías, específicamente en el capítulo
1 versículo 17 vemos como Tobit explica que él: «Compartía su comida con los
que padecían hambre, y daba de su ropa a quienes no tenían. Y cuando algún
israelita moría y su cadáver era arrojado fuera de las murallas de Nínive, si él
lo veía, iba y lo enterraba».
En la actualidad, esta obra
de misericordia la practicamos acompañando a quienes sufren la pérdida de un
ser querido y honrando la memoria de todos aquellos que se nos han adelantado
al encuentro con Dios.
«Cuando realizamos obras de misericordia, ese bien se lo hacemos a Jesús»
Enseña Jesús que todo el
bien que podamos hacer a los demás lo realizamos con él. Si le damos el pan al
hambriento, lo compartimos con él que nos ha compartido su cuerpo en la
Eucaristía y nos ha enseñado a pedirle al Padre Celestial el pan de cada día.
Quizás te pueda interesar leer mi poema de esta semana: Mi amparo y mi refugio
Reflexionando en Torno al Tema
¿Soy capaz de ver a Jesús en el otro?
¿Qué haremos como Pastoral Juvenil para cumplir
las obras de misericordia?
¿Cómo yo, de manera personal, puedo vivir
las obras de misericordia?
A Modo de Conclusión
Las obras de misericordia son una necesidad espiritual
que nos acerca más a Dios y nos enseña a vivir la justicia en su sentido más
profundo.
Al practicar la misericordia, nos convertimos en
instrumentos de la gracia de Dios y contribuimos a la construcción de una
sociedad más solidaria, justa y fraterna.
Es importante recordar que estas obras no son solo
acciones aisladas, sino un estilo de vida que debe impregnar todas nuestras
relaciones.
«Profundicemos la reflexión con una canción»
Oración Final
Buen Jesús, hoy te damos gracias por tu amarnos y
llenarnos de ti. En este día en el que he conocido a través de mi comunidad
cuales son las obras de misericordia, queremos pedirte que nos ayudes a ser
testigos de tu amor en medio del mundo, practicando las obras de misericordia
con generosidad y alegría. Que nuestra vida sea un reflejo de tu misericordia,
para que todos puedan experimentar, por medio de nuestro servicio, tu amor,
esperanza y paz.
Amén.
Autor: Juan Pablo Jiménez
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