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Las Obras de Misericordia Corporales, Expresión del Amor de Dios


 Valor del mes: Misericordia
Lema del mes: «Nos das la feliz esperanza de arrepentirnos» (Sab 12, 19)









Objetivo: Acompañar a los miembros de la pastoral juvenil a vivir la Cuaresma, presentando las obras de misericordia corporales como un modelo para vivir las prácticas de justicia durante este tiempo de conversión.

 

Preámbulo

¿Sabías que durante la Cuaresma la Iglesia nos hace varias invitaciones esenciales para nuestro crecimiento personal?

Nos invita a la reflexión y nos llama a la conversión, con el propósito de que profundicemos en el significado de la misericordia.

Hoy hablaremos de una de esas invitaciones a practicar la justicia: Realizar obras de misericordia corporales.

Oración Inicial

Señor Jesucristo, rostro de la misericordia del Padre Celestial, al iniciar este recorrido por el camino cuaresmal, te pedimos que nos concedas un corazón sensible a las necesidades de nuestros hermanos.

Te suplicamos hoy, que podamos verte a ti en cada persona necesitada.

Ayúdanos a ser instrumentos de tu amor y misericordia, para que, a través de nuestras acciones, tu Reino se haga presente en medio del mundo.

Amén.

 

Introducción

Vivimos en una sociedad en la que, lamentablemente, el individualismo, el narcisismo y el egocentrismo dominan las acciones de las personas, provocando que se pierdan valores como la solidaridad, el sentido de pertenencia y el deseo de ayudar a los demás.

La Cuaresma es una hermosa invitación a volver a esos valores, una buena oportunidad para poner en nuestro corazón el deseo de ayudar al otro.

En este mes de marzo, en el itinerario pastoral que nos propone la Iglesia, meditamos en la Misericordia. Como parte de nuestra formación continua, estaremos reflexionando hoy en las obras de misericordia corporales.

La Iglesia, partiendo de las enseñanzas de Jesús, nos muestra siete obras de misericordia corporales, a saber: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, dar posada al peregrino, visitar a los enfermos, visitar a los presos y enterrar a los difuntos.  

Estas obras tienen su fundamento en las Sagradas Escrituras, especialmente en el Evangelio de Mateo 25, 31-46, donde Jesús nos enseña que seremos juzgados por el amor con el que hayamos tratado a los más necesitados y en el libro de Tobías 1, 16-18 que nos exhorta a dar sepultura a quienes han fallecido.

Preguntas de Reflexión

¿Cuál de estas obras de misericordia he realizado en algún momento de mi vida?

¿Qué podemos hacer para vivir más a fondo las obras de misericordia durante esta Cuaresma?

¿Cómo podemos, en nuestra vida diaria, llevar a cabo estas obras de misericordia?

 

Ahora, desmenucemos estas obras de misericordia y reflexionemos cómo podemos practicar la justicia llevándolas a cabo.

 

Un acercamiento a las Palabras pronunciadas por Jesús en Mateo 25, 34-40

Leamos lo que dice el evangelio (en la medida de lo posible que sea directo de la Biblia):

34 Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: «Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, 35 porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; fui forastero, y me recibieron; 36 desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver».

37 Los justos le responderán: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber?

38 ¿Cuándo te vimos peregrino, y te alojamos; desnudo, y te vestimos?

39 ¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?».

40 Y el Rey les responderá: «Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo».

Palabra del Señor


«Vengan benditos de mi Padre»


En este fragmento del evangelio, Jesús nos llama benditos cuando somos capaces de ser solidarios. Dios nos llena de su bendición cuando somos capaces de ayudar al que más lo necesita. 

Cuando nos atrevemos compartir nuestro pan con el que pasa hambre, cuando estamos dispuestos a saciar la sed del hermano y cuando nos disponemos a ayudar al que pasa alguna dificultad Dios derrama en nuestras vidas su gracia.


Debemos dar de comer al hambriento


En la realidad actual vemos muchas personas mendigando pan en las calles, ¿qué sentimos en nuestro corazón al percibir esa situación? ¿Nos solidarizamos o nos hacemos los ciegos?

Cuando tenemos la posibilidad de compartir el pan y no lo hacemos, pecamos de omisión. Le negamos la posibilidad de sustento a alguien que no tiene qué comer.

Muchos teorizan, pensando que sólo en lugares tan distantes como África hay personas pasando necesidad. Sin embargo, la realidad es otra.

Hay quienes son incapaces de ver que, al lado de su casa, probablemente una señora mayor, que ha sido descuidada por su familia, no tiene qué comer. Por eso, debemos abrir nuestros ojos para ver la necesidad de quienes están más cerca.

Jesús les anuncia a sus seguidores: «Tuve hambre y me dieron de comer», pero tomemos esta frase para nosotros: Tú y yo estamos llamados a compartir el pan con el más necesitado.

Sin embargo, tenemos el deber de ir más allá. No quedarnos sólo en dar algo que comer, vayamos un poco más allá, compartamos con aquel que necesita. Incluso, aunque estemos pasando por situaciones difíciles.

Este evangelio es un recordatorio que nos hace Jesús de que si «somos imagen y semejanza de Dios» debemos «ser misericordiosos porque nuestro Padre Celestial es misericordioso». Por ende, debemos poner el corazón en la miseria del que sufre, ver su sufrir y hacer algo para que su situación de calamidad mejore.

Con este llamado que Cristo nos hace nos pone en manifiesto nuestro deber de ver en el que está padeciendo alguna necesidad a otro hijo de Dios, a otro ser humano como nosotros que está viviendo una situación difícil y con quien, dentro de nuestras propias limitaciones, debemos de ayudar.


Dar de beber al sediento


Este «tuve sed» que pronuncia Jesús veámoslo desde una perspectiva espiritual. Muchas veces, el vaso o la botellita de agua que debemos darle a alguien con sed es la empatía.

Hay personas sufriendo depresión y el agua que necesitan para calmar su sed es la de alguien que los escuche.

Existen individuos que tienen «sed» de sentirse valorados, porque han sido olvidados, abandonados a su propia suerte. Quizás no estén sedientos de agua, sino del «vino de la alegría». Pero no de un vino que emborrache y les haga inhibirse o relajarse, sino del vino que se comparte para disfrutar de la amistad sincera.

Otras veces esa «sed es de café», ¡sí, estoy convencido de que la sed de café existe! Esa sed que quita dolores de cabeza, que revitaliza y ayuda a poner en perspectiva.

En la actualidad, vemos personas que están agotadas a causa de tantos compromisos. Que van por la vida cargados de desesperanzas y angustias. Necesitados de hacer esa pequeña pausa en la rutina cotidiana que los agobia.

 Como servidores de Cristo debemos ofrecerle esa tacita de café que les ayude a mermar el ímpetu de los días y le ofrezca relajarse. O quizás el té de manzanilla, si no toman café.

Hoy pidámosle a Jesucristo, el «agua viva» que nos conceda la gracia de saciar nuestra sed de paz y de ayudar a los demás a calmar su necesidad de cercanía.


Vestir al desnudo


En la sociedad de consumo en la que nos ha tocado vivir lo que prima es seguir tendencias. Actualmente se vive en un espejismo en el que sólo se valoran las apariencias. A tal punto que, aquella vieja práctica de darle ropa a alguien que lo necesita resulta hasta impensable.

En Cuaresma es un tiempo propicio para revisar nuestro closet y compartir con quienes necesitan una prenda de vestir que está en perfecto estado, pero que ya no utilizamos.

 La Iglesia como institución tiene una pastoral que se dedica a realizar esta obra de misericordia corporal: La Pastoral de Caridad y Justicia. Acerquémonos a nuestra parroquia y veamos cómo podemos ofrecer esta ayuda.

 

Dar posada al peregrino


«Fui peregrino» dice Jesús. «Fui migrante» nos exhorta el Señor. «Estuve en el exilio» nos recuerda Cristo, y me ofreciste posada, y me acogiste, tú me recibiste.

Esta obra de misericordia se traduce en nuestra capacidad de acogida. 

Vivimos en un mundo en constante movimiento. Muchos emigran de manera legal o ilegal de países que están en situaciones difíciles. 

Como pueblo de Dios estamos llamados a la acogida, sin que este «dar posada» vaya en detrimento de la soberanía nacional.


Visitar a los enfermos


¿Por qué debemos visitar a los enfermos? Porque esto nos humaniza. 

Al acompañarlos en su fragilidad somos capaces de ver la realidad a la que estamos expuestos, pero esta visita debe realizarse desde la perspectiva de la fe. Siendo un canal de esperanza, llevando consuelo.

Al practicar esta obra de misericordia corporal nos hacemos instrumento de Cristo que da sosiego al que sufre y nos hacemos capaces de ver a ese mismo Cristo «sufriente» en la persona de nuestro hermano.

 

Visitar a los presos


Jesús nos exhorta a visitar a los presos. Veámoslo desde una perspectiva de las prisiones espirituales que agobian a nuestra sociedad hoy.

Una prisión actual es el «egocentrismo». Existen prisioneros en sí mismos. Incapaces de ver la luz de la realidad. ¿Eres tú ese preso? ¿O debes tú visitar a alguien que está sufriendo en esa prisión.

Conocemos jóvenes presos en los vicios. En cárceles construidas por la dependencia de una sustancia que los contamina y les nubla el juicio. Nuestro deber es orar por estos cautivos y, en la medida de lo posible tender una mano solidaria.

Otros están realmente presos, en prisiones a causa de su mal obrar. Quizás no podamos acudir a su encuentro todavía yendo a visitarlos a la cárcel, pero, siempre podemos ayudarles. 

Para el Jueves Santo, la Iglesia, durante la Misa Crismal recibe detergentes y artículos de higiene personal, una forma de ayudar a esos reos es aportando algo material para paliar su situación.


Enterrar a los difuntos


Probablemente notaste que esta obra de misericordia, «enterrar a los difuntos» no es parte de las exhortaciones de Jesús en esta parábola del juicio final. Sin embargo, sí forma parte de las obras de misericordia corporales y también contiene un sustento bíblico.

En el libro de Tobías, específicamente en el capítulo 1 versículo 17 vemos como Tobit explica que él: «Compartía su comida con los que padecían hambre, y daba de su ropa a quienes no tenían. Y cuando algún israelita moría y su cadáver era arrojado fuera de las murallas de Nínive, si él lo veía, iba y lo enterraba».

En la actualidad, esta obra de misericordia la practicamos acompañando a quienes sufren la pérdida de un ser querido y honrando la memoria de todos aquellos que se nos han adelantado al encuentro con Dios.


«Cuando realizamos obras de misericordia, ese bien se lo hacemos a Jesús»


Enseña Jesús que todo el bien que podamos hacer a los demás lo realizamos con él. Si le damos el pan al hambriento, lo compartimos con él que nos ha compartido su cuerpo en la Eucaristía y nos ha enseñado a pedirle al Padre Celestial el pan de cada día.

Quizás te pueda interesar leer mi poema de esta semana: Mi amparo y mi refugio

Reflexionando en Torno al Tema


¿Soy capaz de ver a Jesús en el otro?

¿Qué haremos como Pastoral Juvenil para cumplir las obras de misericordia?

¿Cómo yo, de manera personal, puedo vivir las obras de misericordia?

 

A Modo de Conclusión


Las obras de misericordia son una necesidad espiritual que nos acerca más a Dios y nos enseña a vivir la justicia en su sentido más profundo.

Al practicar la misericordia, nos convertimos en instrumentos de la gracia de Dios y contribuimos a la construcción de una sociedad más solidaria, justa y fraterna.

Es importante recordar que estas obras no son solo acciones aisladas, sino un estilo de vida que debe impregnar todas nuestras relaciones.


«Profundicemos la reflexión con una canción»




Oración Final


Buen Jesús, hoy te damos gracias por tu amarnos y llenarnos de ti. En este día en el que he conocido a través de mi comunidad cuales son las obras de misericordia, queremos pedirte que nos ayudes a ser testigos de tu amor en medio del mundo, practicando las obras de misericordia con generosidad y alegría. Que nuestra vida sea un reflejo de tu misericordia, para que todos puedan experimentar, por medio de nuestro servicio, tu amor, esperanza y paz.

Amén.


Autor: Juan Pablo Jiménez




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