Valor del mes: María, madre de la esperanzaLema del mes: «He ahí a tu Madre» (Jn 19, 27)
Objetivo: Mostrar a los jóvenes de Pastoral Juvenil las razones por las cuales la Virgen María en un modelo de fe para la juventud.
Preámbulo: María de Nazareth, la madre de Jesús es un modelo de fe para la humanidad. Su «sí» firme y decidido a la voluntad de Dios nos encaminan a encontrarnos con el amor misericordioso del Señor.
Consagración a la joven María
Oh, Virgen María, de mi juventud,
con profundo cariño vengo ante ti,
a presentarte en este día
todo lo que soy, lo que anhelo
y lo que, gracias a Dios, tengo.
Acepta, Madre mía, mi corazón
y ayúdame a conservar en él
el mensaje de misericordia
de tu amado hijo, Jesús.
Amén.
Introducción
A través de las palabras del ángel Gabriel, Dios le reveló a una joven de Nazareth, de nombre María, que ella tendría la misión de ser la madre del Mesías. Hoy, como comunidad juvenil, vamos a reflexionar en esos elementos que convierten a María en un modelo de fe para todos los jóvenes de hoy.
Preguntas para reflexionar
Cuando dicen que María es un modelo de fe para los jóvenes, ¿Qué es lo primero que piensas al reflexionar sobre esa afirmación?
¿Cómo puedes tú vivir tu relación con Dios si sigues el ejemplo de María como modelo de fe?
María,
la joven de Nazaret (por: Javier
González Ramírez)
con profundo cariño vengo ante ti,
a presentarte en este día
todo lo que soy, lo que anhelo
y lo que, gracias a Dios, tengo.
Acepta, Madre mía, mi corazón
y ayúdame a conservar en él
el mensaje de misericordia
de tu amado hijo, Jesús.
María, la joven de Nazaret (por: Javier González Ramírez)
María fue una muchacha de su tiempo. Llevó, sin duda, la vida normal de una joven israelita, en el seno de una familia creyente, según los usos y costumbres de su época. Creció con las ilusiones lógicas de su edad y compartió la esperanza de su pueblo en las promesas de Dios.
María era todavía una jovencita cuando Dios le propone la noble misión de ser la Madre del Salvador. Dios, de esta manera, irrumpe en la vida de María cuando ella es joven, cuando apenas empieza a abrirse al mundo, cuando su corazón está lleno de ilusiones, de proyectos y de ideales grandes.
Y María se entrega generosamente al plan de Dios. Le dice «Sí». Firma en blanco para el Dios sorprendente que le va a llevar por caminos insospechados y nuevos.
María con su respuesta pone de manifiesto una gran capacidad de fe, de confianza, de entrega y disponibilidad. Pero también muestra su ESPIRITU JOVEN por aceptar el compromiso arriesgado, por su apertura a lo nuevo y por su corazón grande.
Las actitudes fundamentales de María
Contemplación
María aparece en los evangelios como una mujer que medita y profundiza los acontecimientos para descubrir en ellos la luz de la Palabra de Dios. María guarda en su corazón palabras, gestos y actitudes, intuyendo que se encuentra ante el hecho misterioso de la salvación de Dios.
Hoy el mundo necesita personas contemplativas que, a la luz de la fe, mediten la presencia de Dios en nuestra historia.
Disponibilidad absoluta a Dios
El «Sí» de María en la Anunciación es un «Sí» generoso y total que no sabe de tacañerías, limitaciones y condiciones... María estuvo siempre de parte de Dios, al servicio de su acción en el mundo. Ella es modelo de disponibilidad absoluta al amor de Dios y a lo que Él nos pide para la construcción del Reino en nuestra sociedad.
Servicio dedicado a los demás
La vida de María fue una vida de servicio. La ayuda que prestó a su prima Isabel, a los novios de Caná y a los temerosos discípulos reunidos en el Cenáculo, son un botón de muestra. Con esta actitud de servicio, María nos enseña que a Dios lo encontramos en el hermano que tiene necesidad de ayuda.
Comprometida en la tarea de la liberación
María tiene la experiencia vital de su pobreza, indigencia y necesidad de la intervención salvadora de Dios. Ella es la primera entre los humildes y olvidados de la tierra. Ella es la primera liberada por Dios. María, en el canto del «Magníficat» (Lc 1, 46—55), proclama que Dios ayuda a los humildes y cambia la situación de injusticia, de opresión y de privilegio que tratan de mantener los poderosos para su propio provecho.
María es signo de liberación para todos nosotros. Como ella, podemos aspirar a nuestra propia y total liberación del mal, del pecado y de las esclavitudes o situaciones injustas, contando con la ayuda de Dios.
Fidelidad en el sufrimiento
María, unida en todo a su hijo Jesús, conoce bien pronto el alcance de las palabras que le dijo el anciano Simeón: «una espada te atravesará el corazón» (Lc 2, 35). María siente esa espada de dolor a lo largo de toda su vida en forma de destierro, angustia, persecución, incomprensión, pérdida de su Hijo, soledad...
El dolor de María alcanza su punto culminante en el Calvario. Ahí, de pie junto a la cruz, ve morir a su Hijo. Tiene la experiencia más amarga de la injusticia y de su propia impotencia.
María con su fortaleza nos descubre el sentido cristiano del dolor y nos anima a continuar con fidelidad y esfuerzo nuestras responsabilidades de hombres y cristianos.
La joven María: un modelo para los jóvenes
María comprende a los jóvenes. Ella fue una mujer que vivió plenamente la etapa de su juventud, compartió las ilusiones de los jóvenes de su tiempo y acompañó atentamente la adolescencia y juventud de su Hijo, Jesucristo.
En María aparecen bien definidos los rasgos propios de la juventud de todo tiempo: generosidad, entrega, compromiso arriesgado, ilusión, disponibilidad, apertura a lo nuevo... Todo un ejemplo de cómo ser joven cristiano en el mundo actual.
Ahora reflexionemos sobre lo dialogado
Conclusión
Oración a María, Madre de la Esperanza
María, Madre de la esperanza,
¡camina con nosotros!
Enséñanos a proclamar al Dios vivo;
ayúdanos a dar testimonio de Jesús,
el único Salvador;
haznos serviciales con el prójimo,
acogedores de los pobres, artífices de justicia,
constructores apasionados
de un mundo más justo;
intercede por nosotros que actuamos
en la historia
convencidos de que el designio
del Padre se cumplirá.
Aurora de un mundo nuevo,
¡muéstrate, Madre de la esperanza
y vela por nosotros!
Vela por la Iglesia en Europa:
que sea trasparencia del Evangelio;
que sea auténtico lugar de comunión;
que viva su misión
de anunciar, celebrar y servir
el Evangelio de la esperanza
para la paz y la alegría de todos.
Reina de la Paz,
¡protege la humanidad del tercer milenio!
Vela por todos los cristianos:
que prosigan confiados por la vía de la unidad,
como fermento
para la concordia del Continente.
Vela por los jóvenes,
esperanza del mañana:
que respondan generosamente
a la llamada de Jesús;
Vela por los responsables de las naciones:
que se empeñen en construir una casa común,
en la que se respeten la dignidad
y los derechos de todos.
María, ¡danos a Jesús!
¡Haz que lo sigamos y amemos!
Él es la esperanza de la Iglesia,
de Europa y de la humanidad.
Él vive con nosotros,
entre nosotros, en su Iglesia.
Contigo decimos
«Ven, Señor Jesús» (Ap 22,20):
Que la esperanza de la gloria
infundida por Él en nuestros corazones
dé frutos de justicia y de paz!
Fuente de la oración: Ecclesia in Europa, 125
María, Madre de la esperanza,
¡camina con nosotros!
Enséñanos a proclamar al Dios vivo;
ayúdanos a dar testimonio de Jesús,
el único Salvador;
haznos serviciales con el prójimo,
acogedores de los pobres, artífices de justicia,
constructores apasionados
de un mundo más justo;
intercede por nosotros que actuamos
en la historia
convencidos de que el designio
del Padre se cumplirá.
Aurora de un mundo nuevo,
¡muéstrate, Madre de la esperanza
y vela por nosotros!
Vela por la Iglesia en Europa:
que sea trasparencia del Evangelio;
que sea auténtico lugar de comunión;
que viva su misión
de anunciar, celebrar y servir
el Evangelio de la esperanza
para la paz y la alegría de todos.
Reina de la Paz,
¡protege la humanidad del tercer milenio!
Vela por todos los cristianos:
que prosigan confiados por la vía de la unidad,
como fermento
para la concordia del Continente.
Vela por los jóvenes,
esperanza del mañana:
que respondan generosamente
a la llamada de Jesús;
Vela por los responsables de las naciones:
que se empeñen en construir una casa común,
en la que se respeten la dignidad
y los derechos de todos.
María, ¡danos a Jesús!
¡Haz que lo sigamos y amemos!
Él es la esperanza de la Iglesia,
de Europa y de la humanidad.
Él vive con nosotros,
entre nosotros, en su Iglesia.
Contigo decimos
«Ven, Señor Jesús» (Ap 22,20):
Que la esperanza de la gloria
infundida por Él en nuestros corazones
dé frutos de justicia y de paz!
Fuente de la oración: Ecclesia in Europa, 125
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