Valor
del mes: PacienciaLema
del mes: «El amor es paciente» (1 Cor 13,4)
Objetivo
Incentivar en los jóvenes miembros de las comunidades de Pastoral Juvenil la necesidad de reflexionar en torno al amor de Dios desde la óptica de la esperanza, para que puedan cultivar la paciencia en su vida diaria y así fortalecer su fe en el Señor.Preámbulo
Vivimos en un mundo acelerado, donde todo parece urgente y la espera se vuelve una carga. Pero ¿qué pasaría si viéramos la espera como una oportunidad para experimentar el amor paciente de Dios? En este mes de febrero, mes del amor, meditaremos unidos en torno a este amor que nos renueva la esperanza y nos impulsa a ser mejores personas.Oración inicial
Padre amoroso, te damos gracias por tu inmenso amor y te pedimos que derrames en nuestro ser la gracia de tu Santo Espíritu para que nos ayudes a comprender la profundidad de tu amor y la importancia de la paciencia en nuestra vida. Ayúdanos a ser pacientes como Tú eres paciente con nosotros, esperando con esperanza la realización de tus promesas.
Amén.
Introducción
A veces nos desesperamos y caemos en la impaciencia. Queremos que las cosas ocurran en nuestro tiempo, a nuestro ritmo, acorde a nuestros caprichos o conforme a nuestra visión de la vida. Sin embargo, en la realidad no es así. No contamos con la capacidad de controlarlo todo. Por tal motivo, debemos cosechar una virtud fundamental: la paciencia.
La paciencia es una virtud que a menudo nos cuesta cultivar, especialmente en un mundo que nos invita a la inmediatez. Sin embargo, es esencial para el creyente vivir acorde a ella. Pues, nos permite experimentar el amor de Dios de una manera más profunda.
«El amor es paciente» dice en la 1ra Carta de San Pablo a los Corintios. Por tal motivo, para vivir conforme a esta virtud, debemos hacer un alto en el camino y meditar.
Preguntas para reflexionar:
¿Alguna vez has sentido que Dios no te ama porque no te complace en lo que le pides?
¿Qué cosas en tu vida te están impacientando?
«El amor es paciente»
Detengámonos a meditar.
Cerremos nuestros ojos y pensemos en lo que le escribió el apóstol San Pablo en su primera carta a los Corintios en el capítulo 13 versículo:
«El amor es paciente y muestra comprensión»
¿Qué me dice a mí esta frase en torno a mi relación con Dios?
Debemos comprender que Dios es amor y nos ama. Él nos ha llamado a la existencia y quiere lo mejor para nosotros. Nos tiene paciencia, porque conoce nuestras limitaciones. En su inmenso amor nos muestra paciencia, ya que está siempre dispuesto a perdonar nuestros pecados y nos demuestra comprensión al aceptar nuestro arrepentimiento.
Pero, seamos sinceros, ¿y nosotros somos pacientes con Dios?
A veces juzgamos a Dios por lo que permite o impide en nuestras vidas. No nos detenemos a analizar si su decisión, eso que ha impedido o permitido, es para nuestro bien.
Vivimos en una sociedad enfocada en la inmediatez. En la que todo se debe obtener en el preciso momento. Pero esto es una mentira. No todo ocurre cuando queremos. No siempre querer es poder. No en todo momento recibiremos lo que creemos merecer. Es algo iluso vivir desde esa perspectiva y lo peligroso de todo esto es que genera insatisfacción.
Por tal motivo, es necesario desacelerar nuestro ritmo y sacar momentos para la meditación. Tomar un momentito en nuestro día y orar. Pero esto lo debemos hacer no para cumplir una tradición o una rutina, sino para tener un encuentro con nosotros mismos y con Dios, que siempre desea lo mejor para nosotros.
La esperanza y la paciencia
en nuestro crecimiento personal
La virtud de la esperanza
se vive y se pone en práctica desde la paciencia. Cuando vivimos con este
enfoque somos capaces de calmarnos, de esperar y de perseverar.Si combinamos estas virtudes tendremos una actitud que nos capacita y orienta para vivir a plenitud ese amor que Dios nos tiene, ese profundo y sincero amor que Dios nos quiere dar.
La paciencia nos traza la ruta que nos conduce a la esperanza. A través de la práctica continua y consciente de estas virtudes le podemos dar un mayor propósito a nuestras vidas.
Reflexionemos sobre cómo la paciencia y la esperanza están estrechamente relacionadas
Desde tu experiencia, ¿cómo se relacionan la paciencia y la esperanza?
¿De qué manera vivir estas virtudes te puede ayudar a comprender el amor de Dios?
¿Cómo podemos pedir y cultivar el don de la paciencia en nuestra vida cotidiana?
¿Qué significa esperar en Dios?
¿Cómo podemos mantener viva nuestra esperanza en medio de las dificultades?
Compartir experiencias
Invitar a los jóvenes a compartir una experiencia en la que la paciencia haya sido una virtud importante.
Conclusión
El ritmo acelerado de la sociedad actual puede robarnos la oportunidad de detenernos a meditar. Sin embargo, debemos comprometernos con nuestro crecimiento espiritual, teniendo momentos que refuercen nuestra reflexión y nuestra relación con Dios.
La paciencia y la esperanza son dos virtudes que nos ayudan a vivir una vida más plena y feliz. ¡Cultívalas en tu vida y descubre el amor paciente de Dios!
Oración final
HIMNO A LA BONDAD DE DIOS (Salmo 103)
Bendice al Señor, alma mía,
que todo mi ser bendiga a su santo Nombre.
2 bendice al Señor, alma mía,
y nunca olvides sus beneficios.
3 Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus dolencias;
4 rescata tu vida del sepulcro,
te corona de amor y de ternura;
5 él colma tu vida de bienes,
y tu juventud se renueva como el águila.
6 El Señor hace obras de justicia
y otorga el derecho a los oprimidos;
7 él mostró sus caminos a Moisés
y sus proezas al pueblo de Israel.
8 El Señor es bondadoso y compasivo,
lento para enojarse y de gran misericordia;
9 no acusa de manera inapelable
ni guarda rencor eternamente;
10 no nos trata según nuestros pecados
ni nos paga conforme a nuestras culpas.
11 Cuanto se alza el cielo sobre la tierra,
así de inmenso es su amor por los que lo temen;
12 cuanto dista el oriente del occidente,
así aparta de nosotros nuestros pecados.
13 Como un padre cariñoso con sus hijos,
así es cariñoso el Señor con sus fieles;
14 él conoce de qué estamos hechos,
sabe muy bien que no somos más que polvo.
15 Los días del hombre son como la hierba:
él florece como las flores del campo;
16 las roza el viento, y ya no existen más,
ni el sitio donde estaban las verá otra vez.
17 Pero el amor del Señor permanece para siempre,
y su justicia llega hasta los hijos y los nietos
18 de los que lo temen y observan su alianza,
de los que recuerdan sus preceptos
y los cumplen.
19 El Señor puso su trono en el cielo,
y su realeza gobierna el universo.
20 ¡Bendigan al Señor, todos sus ángeles,
los fuertes guerreros que cumplen sus órdenes
apenas oyen la voz de su palabra!
21 ¡Bendigan al Señor, todos sus ejércitos,
sus servidores, los que cumplen su voluntad!
22 ¡Bendíganlo todas sus obras,
en todos los lugares donde ejerce su dominio!
¡Bendice al Señor, alma mía!
Autor: Juan Pablo Jiménez
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