Objetivo:
Continuar profundizando junto a los jóvenes pertenecientes a la Pastoral Juvenil sobre la importancia del amor y la esperanza en sus vidas en
el marco de la celebración de San Valentín.
Preámbulo
«El amor es paciente»,
dice san Pablo. Ese amor que está lleno de paciencia es también médico, pues es
capaz de curarnos de la desesperanza, en medio de una sociedad en la que nos
muestra tantos signos de indolencia y falta de piedad.
Al celebrar el Día del Amor y la Amistad, seguimos
meditando en torno a esta virtud, desde la perspectiva de que en Jesús,
manifestación del amor del Padre, brota nuestra esperanza.
Oración inicial
Señor Jesús, rostro de la
misericordia del Padre, en este día en el que vivimos tu amor, queremos darte
gracias porque nos amas de manera incondicional, a pesar de todos nuestros
errores y pecados. Queremos pedirte, desde lo más profundo de nuestro ser que
nos ayudes a conocerte más y a comprender de manera profunda tu amor para así
compartirlo con los demás. Te pedimos hoy que llenes nuestros corazones de esa
gran esperanza que brota de tu inmenso amor.
Amén.
Introducción
Nuestra vida surge del
amor. Es una vocación que nace del llamado a la existencia que Dios, nuestro
Creador, nos hace a cada ser humano. De él nace la fe y es la fuente de donde
emana nuestra esperanza.
Este inmenso amor lo
expresa hermosamente el apóstol San Pablo en 1 Corintios 13, 13 cuando dice: «Ahora,
pues, permanecen estas tres cosas: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más
importante de todas es el amor».
Es en la persona de nuestro
Señor y Salvador, Jesucristo, donde conocemos ese amor. Su vida completa es
signo y manifestación del amor incondicional de Dios por cada ser humano.
Conocerlo a profundidad
puede mantener en nuestra alma encendida de manera permanente la llama de la
esperanza. Incluso en los momentos más difíciles de nuestra existencia.
Preguntas para
reflexionar
¿Has experimentado el
amor de Dios en tu vida? Cuéntanos cómo.
¿Qué rol ocupa la
esperanza en tu fe?
¿Cómo puedes compartir el
amor de Jesús con los demás?
Un amor al extremo de donde
brota la esperanza
El amor de Jesús es un
amor que se entrega por completo, que perdona y que nos invita a amar a los
demás como Él nos amó. Este amor es el que nos da la esperanza de una vida
plena y eterna.
El Catecismo de la
Iglesia Católica nos enseña que la esperanza es «la virtud teologal por la que
aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna. Como nuestra felicidad,
poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos en la ayuda
de la gracia del Espíritu Santo» (n. 1817).
Desmenucemos juntos esta
enseñanza del Catecismo de la Iglesia Católica.
Por el amor de Jesús
tenemos la esperanza de la vida eterna
La misión salvadora de
Jesús se puede sintetizar de la siguiente manera. Él, quien existía desde el
principio, se encarnó en el vientre virginal de María. Naciendo en un pesebre
nos mostró su decisión de humillarse para salvar la humanidad. Al pasar por el
mundo haciendo el bien y predicando el Reino de los Cielos, nos enseñó que
debemos tener un corazón dispuesto a hacer lo correcto. Con su entrega en la
cruz nos reveló el amor inmenso de Dios que está dispuesto al mayor sacrificio
para salvarnos y con su resurrección nos da la oportunidad de contemplar a Dios
cara a cara.
Todas estas afirmaciones
nos dan una esperanza de eternidad. Pues Jesucristo, nuestro salvador, ha
existido siempre. Cristo nuestro Salvador, logró redimirnos porque con su
nacimiento formó parte de la humanidad. El verbo encarnado, Jesús, nos salvó
porque murió por nosotros y venció a la muerte para darnos vida. Esta es
nuestra fe.
Pero, si bien es cierto
que debemos tener la esperanza en la vida eterna, ¿cómo obra la esperanza en
nuestra vida actual? La hacemos presente amando. Desde el amor confiado en Dios,
poniendo nuestras vidas en sus manos y a través de nuestro amor a nosotros
mismos, dándonos el valor que nos tenemos. Pero también por medio de nuestro
amor al prójimo, siendo pacientes y respetuosos con todos.
La esperanza del
cumplimiento de sus promesas
En Cristo, el Padre
Celestial cumple la promesa de darnos un Salvador. A través de su nacimiento
nos da la esperanza de redimirnos y con su muerte y resurrección cumple la promesa
de mostrarnos su misericordia y darnos la salvación.
¡Eso es algo muy grande!
Pues nos demuestra que Dios es fiel. Él siempre está dispuesto a cumplir con lo
que promete. Así como prometió darle a la humanidad un Salvador así mismo
cumple esa promesa de estar con nosotros todos los días.
Cabe destacar que nuestra
esperanza no es un optimismo ingenuo, sino una confianza firme en el amor de
Dios y en su promesa de salvación. Esta esperanza nos impulsa a vivir con
alegría y a trabajar por un mundo más justo y fraterno.
Por eso, siempre es adecuado
recordar que, a través de la paciencia, se fortalece nuestra esperanza en las
promesas de Dios, incluso en medio de las dificultades.
Reflexionemos para
ponernos en acción
El amor de Jesús es la
fuente de nuestra esperanza.
La esperanza cristiana
nos invita a vivir con alegría y compromiso.
Estamos llamados a
compartir el amor de Jesús con los demás.
Llamado a la acción
En este mes de San
Valentín, te invito a reflexionar sobre cómo estás viviendo el amor de Jesús en
tu vida.
¿Estás compartiendo este
amor con los demás?
¿Estás viviendo con
esperanza?
Hoy es un buen día para animarnos
y buscar encontrarnos con Dios a través de la oración para así fortalecer la fe
y la esperanza.
Conclusión
La esperanza nace del
amor y se basa en el amor de Jesús. Que este amor nos impulse a vivir con
alegría, compromiso y esperanza, compartiendo el amor de Jesús con todos los
que nos rodean.
Oración final
Amado Padre Celestial, en
este día te agradecemos todas las manifestaciones de misericordia que has
tenido en nuestras vidas.
Concédenos la gracia de
amarte con sinceridad, siendo signos visibles de tu infinita bondad en la vida
de quienes nos rodean.
Danos la gracia de vivir
la fe, la esperanza y el amor que emana del encuentro personal contigo, siendo
testimonios vivos de estas sacras virtudes en medio de un mundo cada vez más
necesitado de ti.
Ayúdanos a no caer en el
pecado de la soberbia y derrama en nuestros corazones la gracia de tu amor.
Amén.
Autor: Juan Pablo Jiménez
Objetivo:
Continuar profundizando junto a los jóvenes pertenecientes a la Pastoral Juvenil sobre la importancia del amor y la esperanza en sus vidas en
el marco de la celebración de San Valentín.
Preámbulo
«El amor es paciente»,
dice san Pablo. Ese amor que está lleno de paciencia es también médico, pues es
capaz de curarnos de la desesperanza, en medio de una sociedad en la que nos
muestra tantos signos de indolencia y falta de piedad.
Al celebrar el Día del Amor y la Amistad, seguimos
meditando en torno a esta virtud, desde la perspectiva de que en Jesús,
manifestación del amor del Padre, brota nuestra esperanza.
Oración inicial
Señor Jesús, rostro de la
misericordia del Padre, en este día en el que vivimos tu amor, queremos darte
gracias porque nos amas de manera incondicional, a pesar de todos nuestros
errores y pecados. Queremos pedirte, desde lo más profundo de nuestro ser que
nos ayudes a conocerte más y a comprender de manera profunda tu amor para así
compartirlo con los demás. Te pedimos hoy que llenes nuestros corazones de esa
gran esperanza que brota de tu inmenso amor.
Amén.
Introducción
Nuestra vida surge del
amor. Es una vocación que nace del llamado a la existencia que Dios, nuestro
Creador, nos hace a cada ser humano. De él nace la fe y es la fuente de donde
emana nuestra esperanza.
Este inmenso amor lo
expresa hermosamente el apóstol San Pablo en 1 Corintios 13, 13 cuando dice: «Ahora,
pues, permanecen estas tres cosas: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más
importante de todas es el amor».
Es en la persona de nuestro
Señor y Salvador, Jesucristo, donde conocemos ese amor. Su vida completa es
signo y manifestación del amor incondicional de Dios por cada ser humano.
Conocerlo a profundidad
puede mantener en nuestra alma encendida de manera permanente la llama de la
esperanza. Incluso en los momentos más difíciles de nuestra existencia.
Preguntas para reflexionar
¿Has experimentado el amor de Dios en tu vida? Cuéntanos cómo.
¿Qué rol ocupa la
esperanza en tu fe?
¿Cómo puedes compartir el
amor de Jesús con los demás?
Un amor al extremo de donde brota la esperanza
El amor de Jesús es un
amor que se entrega por completo, que perdona y que nos invita a amar a los
demás como Él nos amó. Este amor es el que nos da la esperanza de una vida
plena y eterna.
El Catecismo de la
Iglesia Católica nos enseña que la esperanza es «la virtud teologal por la que
aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna. Como nuestra felicidad,
poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos en la ayuda
de la gracia del Espíritu Santo» (n. 1817).
Desmenucemos juntos esta
enseñanza del Catecismo de la Iglesia Católica.
Por el amor de Jesús tenemos la esperanza de la vida eterna
La misión salvadora de
Jesús se puede sintetizar de la siguiente manera. Él, quien existía desde el
principio, se encarnó en el vientre virginal de María. Naciendo en un pesebre
nos mostró su decisión de humillarse para salvar la humanidad. Al pasar por el
mundo haciendo el bien y predicando el Reino de los Cielos, nos enseñó que
debemos tener un corazón dispuesto a hacer lo correcto. Con su entrega en la
cruz nos reveló el amor inmenso de Dios que está dispuesto al mayor sacrificio
para salvarnos y con su resurrección nos da la oportunidad de contemplar a Dios
cara a cara.
Todas estas afirmaciones
nos dan una esperanza de eternidad. Pues Jesucristo, nuestro salvador, ha
existido siempre. Cristo nuestro Salvador, logró redimirnos porque con su
nacimiento formó parte de la humanidad. El verbo encarnado, Jesús, nos salvó
porque murió por nosotros y venció a la muerte para darnos vida. Esta es
nuestra fe.
Pero, si bien es cierto
que debemos tener la esperanza en la vida eterna, ¿cómo obra la esperanza en
nuestra vida actual? La hacemos presente amando. Desde el amor confiado en Dios,
poniendo nuestras vidas en sus manos y a través de nuestro amor a nosotros
mismos, dándonos el valor que nos tenemos. Pero también por medio de nuestro
amor al prójimo, siendo pacientes y respetuosos con todos.
La esperanza del cumplimiento de sus promesas
En Cristo, el Padre
Celestial cumple la promesa de darnos un Salvador. A través de su nacimiento
nos da la esperanza de redimirnos y con su muerte y resurrección cumple la promesa
de mostrarnos su misericordia y darnos la salvación.
¡Eso es algo muy grande!
Pues nos demuestra que Dios es fiel. Él siempre está dispuesto a cumplir con lo
que promete. Así como prometió darle a la humanidad un Salvador así mismo
cumple esa promesa de estar con nosotros todos los días.
Cabe destacar que nuestra
esperanza no es un optimismo ingenuo, sino una confianza firme en el amor de
Dios y en su promesa de salvación. Esta esperanza nos impulsa a vivir con
alegría y a trabajar por un mundo más justo y fraterno.
Por eso, siempre es adecuado
recordar que, a través de la paciencia, se fortalece nuestra esperanza en las
promesas de Dios, incluso en medio de las dificultades.
Reflexionemos para ponernos en acción
El amor de Jesús es la
fuente de nuestra esperanza.
La esperanza cristiana
nos invita a vivir con alegría y compromiso.
Estamos llamados a
compartir el amor de Jesús con los demás.
Llamado a la acción
En este mes de San
Valentín, te invito a reflexionar sobre cómo estás viviendo el amor de Jesús en
tu vida.
¿Estás compartiendo este
amor con los demás?
¿Estás viviendo con
esperanza?
Hoy es un buen día para animarnos
y buscar encontrarnos con Dios a través de la oración para así fortalecer la fe
y la esperanza.
Conclusión
La esperanza nace del
amor y se basa en el amor de Jesús. Que este amor nos impulse a vivir con
alegría, compromiso y esperanza, compartiendo el amor de Jesús con todos los
que nos rodean.
Oración final
Amado Padre Celestial, en
este día te agradecemos todas las manifestaciones de misericordia que has
tenido en nuestras vidas.
Concédenos la gracia de
amarte con sinceridad, siendo signos visibles de tu infinita bondad en la vida
de quienes nos rodean.
Danos la gracia de vivir
la fe, la esperanza y el amor que emana del encuentro personal contigo, siendo
testimonios vivos de estas sacras virtudes en medio de un mundo cada vez más
necesitado de ti.
Ayúdanos a no caer en el
pecado de la soberbia y derrama en nuestros corazones la gracia de tu amor.
Amén.
Autor: Juan Pablo Jiménez
Comentarios
Publicar un comentario