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Llamados a ser signos de esperanza: Viviendo las obras de misericordia espirituales


  Valor del mes: Misericordia

Lema del mes: «Nos das la feliz esperanza de arrepentirnos» (Sab 12, 19)





Objetivo: Continuar la reflexión en torno a la misericordia que debemos de vivir durante el tiempo cuaresmal. Partiendo de la práctica de la justicia, interiorizando en torno a las obras de misericordia espirituales como un modelo para vivir el encuentro con Dios desde el amor al prójimo durante este tiempo de conversión.

Preámbulo

¿Sabías que la Cuaresma es un tiempo de gracia propicio para ser solidarios con aquellos que tienen alguna necesidad? Esa necesidad suele trascender a las carencias materiales.

Hoy seguiremos meditando en torno a las obras de misericordia como práctica de la justicia. En este día ahondaremos con relación a las obras de misericordia espirituales.

Oración Inicial

Amado Jesús, al continuar este recorrido cuaresmal te suplicamos que nos enseñes a amarte más a través del servicio a los demás. Enciende en nuestras almas el fuego de la esperanza. Inunda nuestros corazones del agua viva de tu misericordia y alimenta nuestro interior con el pan de tu amor, para que seamos capaces de ser llamas de consuelo en la vida de quienes sufren alguna necesidad.

Amén.


Introducción

Con las obras de misericordia espirituales compartimos «otro tipo de sustento». Le damos al hambriento de conocimiento «el pan de la enseñanza». Le entregamos al sediento de paz «el agua fresca del consuelo». Cubrimos con el traje de la gracia aquellos que se equivocan cuando le corregimos con prudencia y amor.

Perdonar al que nos ofende expande la misericordia de Dios en nosotros. Al mismo tiempo, nos llenamos de la presencia del Señor cuando consolamos a quienes están tristes. Con esto, nos hacemos testigos del amor de Dios al sufrir con paciencia los defectos de los demás. De igual modo ocurre cuando suplicamos por cada miembro de la Iglesia al orar por vivos y difuntos.

Al adentrarnos en este tiempo de Cuaresma, seguimos profundizando en la necesidad de ser misericordiosos para mostrar a Jesús. Para esto, en el día de hoy nos llenaremos el corazón de las obras de misericordia espirituales, a saber: enseñar al que no sabe, dar buen consejo al que lo necesita, corregir al que se equivoca, perdonar al que nos ofende, consolar al triste, sufrir con paciencia los defectos del prójimo y orar por los vivos y los difuntos. Estas obras tienen su fundamento en las Sagradas Escrituras, especialmente en las enseñanzas de Jesús sobre el amor al prójimo y la importancia de la corrección fraterna.  


Preguntas de Reflexión


¿En algún momento he realizado alguna de estas obras de misericordia espirituales?

A nivel personal, ¿qué puedo hacer para vivir más a fondo las obras de misericordia espirituales durante esta Cuaresma?

Como grupo apostólico de la Iglesia ¿Cómo podemos llevar a cabo estas obras de misericordia?

 

Ahora, interioricemos estas obras de misericordia y reflexionemos cómo podemos practicar la justicia llevándolas a cabo.

 

Un acercamiento a las obras de misericordia espirituales

 

El foco de las obras de misericordia espirituales es el alma. Al practicarlas intentamos saciar una necesidad espiritual del prójimo, mostrándole con esa acción la bondad de Dios.

Al realizar alguna obra de misericordia espiritual llevamos a cabo una práctica de justicia. Pues, cuando enseñamos al que no sabe somos solidarios con él. Cuando damos un buen consejo hacemos un acto caritativo, damos del tesoro que tenemos en nuestro corazón. Al corregir al que se equivoca le otorgamos un valioso regalo: la oportunidad de enderezar su camino de error.

Es similar lo que ocurre cuando perdonamos al que nos ofende. Practicamos la justicia, pues ayunamos de nuestro ego. Nos damos a nosotros mismos la oportunidad de desapegarnos del orgullo y la soberbia para crecer espiritualmente y ayudar a que el otro pueda crecer también.

Otra práctica de justicia que resuena a través de las obras de misericordia espirituales es la referente a consolar al triste. Dicho consuelo parte de la presencia del amor de Dios en nuestro corazón y mucho más necesaria es la disposición del corazón cuando oramos para tolerar los defectos de los demás.

¿Y qué decir de la oración por los vivos y difuntos? Esta obra de misericordia no sólo nos conecta con Dios, acrecienta nuestro vínculo de hermanos con los demás miembros de la Iglesia como cuerpo de Cristo.

 

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Enseñar al que no sabe

Una muestra de amor y una gran manifestación de misericordia es enseñar al que no sabe. A través del libro del Deuteronomio 6, 7 el Señor nos invita a compartir nuestros conocimientos en los siguientes términos:

«Se las repetirás a tus hijos, y les hablarás de ellas, sea que estés sentado en tu casa, sea que vayas de camino, sea que te acuestes, sea que te levantes.»

Todos estamos llamados a compartir nuestra fe. A ser instrumentos de crecimiento espiritual para nuestros hermanos. A ayudar a que los otros se encuentren con Dios. Que sepan de su infinito amor y sean capaces de multiplicar esa gracia que han recibido.

Sin embargo, en ocasiones nos guardamos para nosotros algunos conocimientos cayendo en el egoísmo de no alimentar con el «pan del saber» a aquellos que pueden nutrirse con lo que hemos comprendido.

¿Cómo podemos ayudar en nuestra comunidad en esta obra de misericordia? Podemos involucrarnos en la catequesis, formar o ayudar a fortalecer el grupo de los servidores de Cristo. Enseñar a una persona mayor que tenga celular a buscar en YouTube el rezo del Rosario. Es cuestión de tener la voluntad de ayudar a que alguien más aprenda lo que no sabe.

Pero ¿sólo podemos ayudar en cuestiones relacionadas a la fe? ¡Claro que no! La invitación es a «enseñar al que no tiene conocimiento». Estamos invitados por Dios a ser colaboradores del crecimiento integral de los otros. Compartiendo eso que tenemos para que el otro también crezca.


Dar buen consejo al que lo necesita


En una sociedad carcomida por la soberbia aconsejar se hace difícil. Sin embargo, si realmente queremos el bien de nuestros amigos, tenemos que buscar la forma de hacerlos reaccionar.

Existen personas que la soberbia no les permite abrir los ojos y ver en qué están fallando. Pero, por misericordia, debemos buscar la manera en que esa situación no provoque que a esa persona a la que apreciamos permanezca sumergido en la oscuridad.

Ofrecer orientación y apoyo a aquellos que enfrentan decisiones difíciles o situaciones de crisis. Pero, cuando esto ocurre, debe surgir en nosotros la apremiante decisión de llevar la situación a la oración para evitar caer en una actitud de jueces.

Para lograr dar un buen consejo, debemos aprender a escuchar de manera efectiva. No para responder solamente, sino para entender qué ha llevado a quien necesita orientación a esta situación.

Si queremos ayudar por medio de un buen consejo debemos procurar seguir la orientación que realiza el autor sagrado del libro de Proverbios en el capítulo 19 versículo 20 cuando dice: «Escucha el consejo y acepta la corrección, para que seas sabio el resto de tus días.»

 

Corregir al que se equivoca


En esta obra de misericordia espiritual resuenan elementos de la obra de misericordia anteriormente interiorizada. Debemos estar a la disposición de corregir con amor a quien se equivoca, proporcionando un buen consejo.

Jesús mismo nos orienta de la manera en que debemos corregir. En Mateo 18, 15, el maestro nos enseña que «si nuestro hermano peca, debemos ir con él y reprenderlo a solas; porque cuando nos escucha, hemos ganado a ese que se ha equivocado».

Sin embargo, en un mundo sumergido en el individualismo, se ha vuelto común que en vez de extender la corrección nos volvemos en los ejecutores de su alejamiento de Dios.

¿Cuántas veces nos convertimos en verdugos de esos hermanos en la fe que han cometido un error apartándolos de la vida comunitaria? Juzgamos a la chica que salió embarazada. Condenamos al amigo que se ha alcoholizado o ridiculizamos a aquellos que han pecado diferente a nosotros.  

Como jóvenes de fe, estamos llamados a ayudar a nuestros hermanos a reconocer y corregir sus errores, siempre con amor y respeto. La corrección fraterna no se trata de juzgar, sino de ayudar a los demás a crecer en su camino de fe.

No es apoyar el pecado que han cometido, todo lo contrario, es invitarlo a reconocer que falló y ayudarlo a volver a Dios.


Perdonar al que nos ofende


En su paso por el mundo haciendo el bien, Jesucristo nos enseñó la medida del perdón de Dios. «Son perdonadas nuestras ofensas al Padre tal y cómo perdonamos a los que nos ofenden».

¿Qué quiere decir esto? Que para vivir libres de resentimiento y amargura debemos perdonar. El perdón es un acto de amor propio, pues nos libera a nosotros mismos y se extiende a quien nos ha ofendido.

Esta enseñanza de Jesús nos confronta. Nos invita a ser imagen de Dios que quiere que seamos semejantes a él siendo misericordiosos como él es misericordioso.

Este perdón que nos desata de las ataduras del odio no es masoquismo. Es una oportunidad que nos brindamos a nosotros mismos de ser libres del rencor. Es devolverle a Dios el espacio de nuestro corazón que era llenado por el odio.

A través de la carta de San Pablo a los Efesios las Sagradas Escrituras nos ofrecen una hermosa reflexión sobre ese perdón que rompe las cadenas, dice el autor: «Sean bondadosos y compasivos unos con otros, perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo».

 

Consolar al triste


Lastimosamente vivimos en un mundo envuelto en la tristeza. El egocentrismo lleva a la soledad, la soledad mal vivida lleva a la depresión.

Sin temor a equivocarme diría que vivimos en una de las época más tristes de la humanidad.

 La gente no enseña por amor al conocimiento ni desea compartir el pan. Las personas no se atreven a dar un consejo, porque pueden ser catalogados de fanáticos religiosos. Los que procuran hacer el bien se ven obligados a restringir su deseo de ayudar porque pueden ser vistos como hipócritas por personas que nunca han estado dispuestos ayudar.

Sin embargo, el llamado de Jesús está ahí: «Consolar al triste».

Existen muchas causas para estar tristes. Familias divididas a causa de la migración. Pérdidas de vidas por la violencia o los vicios. Personas valiosas sumidos en el dolor de enfermedades terminales. Pero debemos sacudirnos de la tristeza para no caer en la depresión y tomar para nosotros lo que dice el profeta Isaías en el capítulo 40 de su libro: «Consuelen, consuelen a mi pueblo, dice su Dios».

 Acompañar a aquellos que sufren, ofreciéndoles consuelo y esperanza. Esto implica escuchar con empatía, ofrecer palabras de aliento y estar presentes en los momentos difíciles.

Podemos dar un paso más allá. Tenemos aquí en Licey al Medio el Hogar de Ancianos. Visitar a esos envejecientes puede llevar alegría a sus vidas.

 

Sufrir con paciencia los defectos del prójimo


Jóvenes, así como es una gran verdad que Dios nos ama incondicionalmente, también es muy cierto en que todos tenemos defectos.

Por eso, así como el Señor es paciente con cada uno de nosotros, de ese modo estamos llamados a ser pacientes y tolerantes con los defectos de los demás.

 Cuando somos capaces de aceptar las limitaciones y debilidades de nuestros hermanos le ofrecemos el apoyo y comprensión que quizás está necesitando para mejorar su conducta. Sin embargo, esto requiere de gran paciencia, inmensa tolerancia y una férrea voluntad de hacer presente a Cristo en la vida de cada persona.


Orar por los vivos y los difuntos


La Iglesia es una comunidad de hermanos. Los que peregrinamos por este mundo, los hermanos que están en el purgatorio y aquellas almas que están en la casa del Padre Celestial somos parte del mismo cuerpo de Cristo.

Por eso debemos interceder por nuestros hermanos ante Dios, pidiendo por sus necesidades y por su salvación.

La oración es un acto de amor que nos conecta con Dios y con nuestros hermanos.


«Cuando realizamos obras de misericordia, ese bien se lo hacemos a Jesús»


Recapitulemos lo que hemos estado diciendo hoy y la semana pasada. Cristo mismo nos enseña que todo el bien que hagamos, que todo el saber que compartamos que todo el amor con el que lo hagamos presente a él en la vida de nuestros hermanos, estaremos siendo instrumentos de su amor y misericordia.

 

Reflexionando en Torno al Tema

 

¿Soy consciente de las necesidades espirituales de mis hermanos?

¿Qué obras de misericordia espirituales puedo practicar en mi vida diaria?

¿Cómo puedo ser un signo de esperanza para aquellos que me rodean?


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¿Qué haremos para poner en práctica estas obras de misericordia?


Como grupo de Pastoral Juvenil elijamos dos obras de misericordia, una corporal y otra espiritual y realicémosla en nuestra comunidad como acción penitencial durante la Cuaresma.

 

A Modo de Conclusión

 

Con las obras de misericordia espirituales nuestras almas se acercan con más fervor a Dios. Estás nos enseñan a vivir la justicia en su sentido más profundo.

La misericordia nos transforma en instrumentos de la gracia divina, construyendo una sociedad más solidaria, fraterna y justa. No son acciones aisladas, sino un estilo de vida que debe impregnar todas nuestras relaciones.


Oración Final


Maestro bueno, hoy te damos gracias porque nos amas y nos llenas de ti. En este día en el que hemos reflexionado sobre las obras de misericordia espirituales, queremos pedirte que nos ayudes a ser testigos de tu amor en medio del mundo, practicando la misericordia con generosidad y alegría. Que nuestra vida sea un reflejo de tu piedad, para que todos puedan experimentar, por medio de nuestro servicio, tu amor, esperanza y paz.

Amén.



Mensaje del autor: Si desean que durante este tiempo de Cuaresma realice con su grupo un retiro estoy a la disposición. Favor avisar con antelación.

 

 

Autor: Juan Pablo Jiménez


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