Valor del mes: Misericordia
Lema del mes: «Nos das la feliz esperanza de arrepentirnos» (Sab 12, 19)
Objetivo: Continuar
la reflexión en torno a la misericordia que debemos de vivir durante el tiempo
cuaresmal. Partiendo de la práctica de la justicia, interiorizando en torno a las
obras de misericordia espirituales como un modelo para vivir el encuentro con
Dios desde el amor al prójimo durante este tiempo de conversión.
Preámbulo
¿Sabías que la Cuaresma es un tiempo de gracia
propicio para ser solidarios con aquellos que tienen alguna necesidad? Esa necesidad
suele trascender a las carencias materiales.
Hoy seguiremos meditando en torno a las obras de
misericordia como práctica de la justicia. En este día ahondaremos con relación
a las obras de misericordia espirituales.
Oración Inicial
Amado Jesús, al continuar este recorrido cuaresmal te
suplicamos que nos enseñes a amarte más a través del servicio a los demás.
Enciende en nuestras almas el fuego de la esperanza. Inunda nuestros corazones
del agua viva de tu misericordia y alimenta nuestro interior con el pan de tu
amor, para que seamos capaces de ser llamas de consuelo en la vida de quienes sufren
alguna necesidad.
Amén.
Introducción
Con las obras de misericordia espirituales compartimos
«otro tipo de sustento». Le damos al hambriento de conocimiento «el pan de la
enseñanza». Le entregamos al sediento de paz «el agua fresca del consuelo». Cubrimos
con el traje de la gracia aquellos que se equivocan cuando le corregimos con
prudencia y amor.
Perdonar al que nos ofende expande la misericordia de
Dios en nosotros. Al mismo tiempo, nos llenamos de la presencia del Señor
cuando consolamos a quienes están tristes. Con esto, nos hacemos testigos del
amor de Dios al sufrir con paciencia los defectos de los demás. De igual modo
ocurre cuando suplicamos por cada miembro de la Iglesia al orar por vivos y
difuntos.
Al adentrarnos en este tiempo de Cuaresma, seguimos profundizando
en la necesidad de ser misericordiosos para mostrar a Jesús. Para esto, en el
día de hoy nos llenaremos el corazón de las obras de misericordia espirituales,
a saber: enseñar al que no sabe, dar buen consejo al que lo necesita, corregir
al que se equivoca, perdonar al que nos ofende, consolar al triste, sufrir con
paciencia los defectos del prójimo y orar por los vivos y los difuntos. Estas
obras tienen su fundamento en las Sagradas Escrituras, especialmente en las
enseñanzas de Jesús sobre el amor al prójimo y la importancia de la corrección
fraterna.
Preguntas de Reflexión
¿En algún momento he realizado alguna de
estas obras de misericordia espirituales?
A nivel personal, ¿qué puedo hacer para
vivir más a fondo las obras de misericordia espirituales durante esta Cuaresma?
Como grupo apostólico de la Iglesia ¿Cómo
podemos llevar a cabo estas obras de misericordia?
Ahora, interioricemos estas obras de misericordia y
reflexionemos cómo podemos practicar la justicia llevándolas a cabo.
Un acercamiento a las obras de
misericordia espirituales
El foco de las obras de misericordia espirituales es
el alma. Al practicarlas intentamos saciar una necesidad espiritual del
prójimo, mostrándole con esa acción la bondad de Dios.
Al realizar alguna obra de misericordia espiritual
llevamos a cabo una práctica de justicia. Pues, cuando enseñamos al que no sabe
somos solidarios con él. Cuando damos un buen consejo hacemos un acto
caritativo, damos del tesoro que tenemos en nuestro corazón. Al corregir al que
se equivoca le otorgamos un valioso regalo: la oportunidad de enderezar su camino
de error.
Es similar lo que ocurre cuando perdonamos al que nos
ofende. Practicamos la justicia, pues ayunamos de nuestro ego. Nos damos a
nosotros mismos la oportunidad de desapegarnos del orgullo y la soberbia para
crecer espiritualmente y ayudar a que el otro pueda crecer también.
Otra práctica de justicia que resuena a través de las
obras de misericordia espirituales es la referente a consolar al triste. Dicho
consuelo parte de la presencia del amor de Dios en nuestro corazón y mucho más
necesaria es la disposición del corazón cuando oramos para tolerar los defectos
de los demás.
¿Y qué decir de la oración por los vivos y difuntos?
Esta obra de misericordia no sólo nos conecta con Dios, acrecienta nuestro
vínculo de hermanos con los demás miembros de la Iglesia como cuerpo de Cristo.
Quizás también te pueda interesar: Las Obras de Misericordia Corporales, Expresión del Amor de Dios
Enseñar al que no sabe
Una muestra de amor y una gran manifestación de
misericordia es enseñar al que no sabe. A través del libro del Deuteronomio 6,
7 el Señor nos invita a compartir nuestros conocimientos en los siguientes
términos:
«Se las repetirás a tus
hijos, y les hablarás de ellas, sea que estés sentado en tu casa, sea que vayas
de camino, sea que te acuestes, sea que te levantes.»
Todos estamos llamados a compartir nuestra fe. A ser
instrumentos de crecimiento espiritual para nuestros hermanos. A ayudar a que
los otros se encuentren con Dios. Que sepan de su infinito amor y sean capaces
de multiplicar esa gracia que han recibido.
Sin embargo, en ocasiones nos guardamos para nosotros algunos
conocimientos cayendo en el egoísmo de no alimentar con el «pan del saber» a
aquellos que pueden nutrirse con lo que hemos comprendido.
¿Cómo podemos ayudar en nuestra comunidad en esta obra
de misericordia? Podemos involucrarnos en la catequesis, formar o ayudar a fortalecer
el grupo de los servidores de Cristo. Enseñar a una persona mayor que tenga celular a
buscar en YouTube el rezo del Rosario. Es cuestión de tener la voluntad de ayudar a que alguien más aprenda lo que no
sabe.
Pero ¿sólo podemos ayudar en cuestiones relacionadas a
la fe? ¡Claro que no! La invitación es a «enseñar al que no tiene conocimiento».
Estamos invitados por Dios a ser colaboradores del crecimiento integral de los
otros. Compartiendo eso que tenemos para que el otro también crezca.
Dar buen consejo al que lo necesita
En una sociedad carcomida por la soberbia aconsejar se
hace difícil. Sin embargo, si realmente queremos el bien de nuestros amigos, tenemos que
buscar la forma de hacerlos reaccionar.
Existen personas que la soberbia no les permite abrir
los ojos y ver en qué están fallando. Pero, por misericordia, debemos buscar la manera en que esa situación no
provoque que a esa persona a la que apreciamos permanezca sumergido en la
oscuridad.
Ofrecer orientación y apoyo a aquellos que enfrentan
decisiones difíciles o situaciones de crisis. Pero, cuando esto ocurre, debe
surgir en nosotros la apremiante decisión de llevar la situación a la oración
para evitar caer en una actitud de jueces.
Para lograr dar un buen consejo, debemos aprender a
escuchar de manera efectiva. No para responder solamente, sino para entender
qué ha llevado a quien necesita orientación a esta situación.
Si queremos ayudar por medio de un buen consejo
debemos procurar seguir la orientación que realiza el autor sagrado del libro
de Proverbios en el capítulo 19 versículo 20 cuando dice: «Escucha el consejo y
acepta la corrección, para que seas sabio el resto de tus días.»
Corregir al que se equivoca
En esta obra de misericordia espiritual resuenan
elementos de la obra de misericordia anteriormente interiorizada. Debemos estar
a la disposición de corregir con amor a quien se equivoca, proporcionando un
buen consejo.
Jesús mismo nos orienta de la manera en que debemos
corregir. En Mateo 18, 15, el maestro nos enseña que «si nuestro hermano
peca, debemos ir con él y reprenderlo a solas; porque cuando nos escucha, hemos
ganado a ese que se ha equivocado».
Sin embargo, en un mundo sumergido en el
individualismo, se ha vuelto común que en vez de extender la corrección nos
volvemos en los ejecutores de su alejamiento de Dios.
¿Cuántas veces nos convertimos en verdugos de esos
hermanos en la fe que han cometido un error apartándolos de la vida
comunitaria? Juzgamos a la chica que salió embarazada. Condenamos al amigo que
se ha alcoholizado o ridiculizamos a aquellos que han pecado diferente a
nosotros.
Como jóvenes de fe, estamos llamados a ayudar a
nuestros hermanos a reconocer y corregir sus errores, siempre con amor y
respeto. La corrección fraterna no se trata de juzgar, sino de ayudar a los demás a crecer en su camino de fe.
No es apoyar el pecado que han cometido, todo lo
contrario, es invitarlo a reconocer que falló y
ayudarlo a volver a Dios.
Perdonar al que nos ofende
En su paso por el mundo haciendo el bien, Jesucristo
nos enseñó la medida del perdón de Dios. «Son perdonadas nuestras ofensas al
Padre tal y cómo perdonamos a los que nos ofenden».
¿Qué quiere decir esto? Que para vivir libres de
resentimiento y amargura debemos perdonar. El perdón es un acto de amor propio,
pues nos libera a nosotros mismos y se extiende a quien nos ha ofendido.
Esta enseñanza de Jesús nos confronta. Nos invita a
ser imagen de Dios que quiere que seamos semejantes a él siendo misericordiosos
como él es misericordioso.
Este perdón que nos desata de las ataduras del odio no
es masoquismo. Es una oportunidad que nos brindamos a nosotros mismos de ser
libres del rencor. Es devolverle a Dios el espacio de nuestro corazón que era llenado por el odio.
A través de la carta de San Pablo a los Efesios las
Sagradas Escrituras nos ofrecen una hermosa reflexión sobre ese perdón que
rompe las cadenas, dice el autor: «Sean bondadosos y compasivos unos con otros,
perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo».
Consolar al triste
Lastimosamente vivimos en un mundo envuelto en la
tristeza. El egocentrismo lleva a la soledad, la soledad mal vivida lleva a la
depresión.
Sin temor a equivocarme diría que vivimos en una de las época
más tristes de la humanidad.
La gente no enseña por amor al conocimiento ni
desea compartir el pan. Las personas no se atreven a dar un consejo, porque
pueden ser catalogados de fanáticos religiosos. Los que procuran hacer el bien
se ven obligados a restringir su deseo de ayudar porque pueden ser vistos como
hipócritas por personas que nunca han estado dispuestos ayudar.
Sin embargo, el llamado de Jesús está ahí: «Consolar
al triste».
Existen muchas causas para estar tristes. Familias
divididas a causa de la migración. Pérdidas de vidas por la violencia o los
vicios. Personas valiosas sumidos en el dolor de enfermedades terminales. Pero
debemos sacudirnos de la tristeza para no caer en la depresión y tomar para
nosotros lo que dice el profeta Isaías en el capítulo 40 de su libro:
«Consuelen, consuelen a mi pueblo, dice su Dios».
Acompañar a
aquellos que sufren, ofreciéndoles consuelo y esperanza. Esto implica escuchar
con empatía, ofrecer palabras de aliento y estar presentes en los momentos
difíciles.
Podemos dar un paso más allá. Tenemos aquí en Licey al
Medio el Hogar de Ancianos. Visitar a esos envejecientes puede llevar alegría a
sus vidas.
Sufrir con paciencia los defectos del
prójimo
Jóvenes, así como es una gran verdad que Dios nos ama
incondicionalmente, también es muy cierto en que todos tenemos defectos.
Por eso, así como el Señor es paciente con cada uno de
nosotros, de ese modo estamos llamados a ser pacientes y tolerantes con los
defectos de los demás.
Cuando somos
capaces de aceptar las limitaciones y debilidades de nuestros hermanos le ofrecemos
el apoyo y comprensión que quizás está necesitando para mejorar su conducta.
Sin embargo, esto requiere de gran paciencia, inmensa tolerancia y una férrea
voluntad de hacer presente a Cristo en la vida de cada persona.
Orar por los vivos y los difuntos
La Iglesia es una comunidad de hermanos. Los que
peregrinamos por este mundo, los hermanos que están en el purgatorio y aquellas
almas que están en la casa del Padre Celestial somos parte del mismo cuerpo de
Cristo.
Por eso debemos interceder por nuestros hermanos ante
Dios, pidiendo por sus necesidades y por su salvación.
La oración es un acto de amor que nos conecta con Dios
y con nuestros hermanos.
«Cuando realizamos obras de misericordia,
ese bien se lo hacemos a Jesús»
Recapitulemos lo que hemos estado diciendo hoy y la
semana pasada. Cristo mismo nos enseña que todo el bien que hagamos, que todo
el saber que compartamos que todo el amor con el que lo hagamos presente a él
en la vida de nuestros hermanos, estaremos siendo instrumentos de su amor y
misericordia.
Reflexionando en Torno al Tema
¿Soy consciente de las necesidades
espirituales de mis hermanos?
¿Qué obras de misericordia espirituales
puedo practicar en mi vida diaria?
¿Cómo puedo ser un signo de esperanza para
aquellos que me rodean?
Quizás también te pueda interesar: Versos a mi entrega cuaresmal
¿Qué haremos para poner en práctica estas
obras de misericordia?
Como grupo de Pastoral Juvenil elijamos dos obras de
misericordia, una corporal y otra espiritual y realicémosla en nuestra
comunidad como acción penitencial durante la Cuaresma.
A Modo de Conclusión
Con las obras de misericordia espirituales nuestras
almas se acercan con más fervor a Dios. Estás nos enseñan a vivir la justicia
en su sentido más profundo.
La misericordia nos transforma en instrumentos de la
gracia divina, construyendo una sociedad más solidaria, fraterna y justa. No
son acciones aisladas, sino un estilo de vida que debe impregnar todas nuestras
relaciones.
Oración Final
Maestro bueno, hoy te damos gracias porque nos amas y nos llenas de ti. En este día en el que hemos reflexionado sobre las obras de
misericordia espirituales, queremos pedirte que nos ayudes a ser testigos de tu
amor en medio del mundo, practicando la misericordia con generosidad y alegría.
Que nuestra vida sea un reflejo de tu piedad, para que todos puedan
experimentar, por medio de nuestro servicio, tu amor, esperanza y paz.
Amén.
Mensaje del autor: Si
desean que durante este tiempo de Cuaresma realice con su grupo un retiro estoy
a la disposición. Favor avisar con antelación.
Autor: Juan Pablo Jiménez
Objetivo: Continuar
la reflexión en torno a la misericordia que debemos de vivir durante el tiempo
cuaresmal. Partiendo de la práctica de la justicia, interiorizando en torno a las
obras de misericordia espirituales como un modelo para vivir el encuentro con
Dios desde el amor al prójimo durante este tiempo de conversión.
Preámbulo
¿Sabías que la Cuaresma es un tiempo de gracia
propicio para ser solidarios con aquellos que tienen alguna necesidad? Esa necesidad
suele trascender a las carencias materiales.
Hoy seguiremos meditando en torno a las obras de
misericordia como práctica de la justicia. En este día ahondaremos con relación
a las obras de misericordia espirituales.
Oración Inicial
Amado Jesús, al continuar este recorrido cuaresmal te
suplicamos que nos enseñes a amarte más a través del servicio a los demás.
Enciende en nuestras almas el fuego de la esperanza. Inunda nuestros corazones
del agua viva de tu misericordia y alimenta nuestro interior con el pan de tu
amor, para que seamos capaces de ser llamas de consuelo en la vida de quienes sufren
alguna necesidad.
Amén.
Introducción
Con las obras de misericordia espirituales compartimos
«otro tipo de sustento». Le damos al hambriento de conocimiento «el pan de la
enseñanza». Le entregamos al sediento de paz «el agua fresca del consuelo». Cubrimos
con el traje de la gracia aquellos que se equivocan cuando le corregimos con
prudencia y amor.
Perdonar al que nos ofende expande la misericordia de
Dios en nosotros. Al mismo tiempo, nos llenamos de la presencia del Señor
cuando consolamos a quienes están tristes. Con esto, nos hacemos testigos del
amor de Dios al sufrir con paciencia los defectos de los demás. De igual modo
ocurre cuando suplicamos por cada miembro de la Iglesia al orar por vivos y
difuntos.
Al adentrarnos en este tiempo de Cuaresma, seguimos profundizando
en la necesidad de ser misericordiosos para mostrar a Jesús. Para esto, en el
día de hoy nos llenaremos el corazón de las obras de misericordia espirituales,
a saber: enseñar al que no sabe, dar buen consejo al que lo necesita, corregir
al que se equivoca, perdonar al que nos ofende, consolar al triste, sufrir con
paciencia los defectos del prójimo y orar por los vivos y los difuntos. Estas
obras tienen su fundamento en las Sagradas Escrituras, especialmente en las
enseñanzas de Jesús sobre el amor al prójimo y la importancia de la corrección
fraterna.
Preguntas de Reflexión
¿En algún momento he realizado alguna de
estas obras de misericordia espirituales?
A nivel personal, ¿qué puedo hacer para
vivir más a fondo las obras de misericordia espirituales durante esta Cuaresma?
Como grupo apostólico de la Iglesia ¿Cómo
podemos llevar a cabo estas obras de misericordia?
Ahora, interioricemos estas obras de misericordia y
reflexionemos cómo podemos practicar la justicia llevándolas a cabo.
Un acercamiento a las obras de misericordia espirituales
El foco de las obras de misericordia espirituales es
el alma. Al practicarlas intentamos saciar una necesidad espiritual del
prójimo, mostrándole con esa acción la bondad de Dios.
Al realizar alguna obra de misericordia espiritual
llevamos a cabo una práctica de justicia. Pues, cuando enseñamos al que no sabe
somos solidarios con él. Cuando damos un buen consejo hacemos un acto
caritativo, damos del tesoro que tenemos en nuestro corazón. Al corregir al que
se equivoca le otorgamos un valioso regalo: la oportunidad de enderezar su camino
de error.
Es similar lo que ocurre cuando perdonamos al que nos
ofende. Practicamos la justicia, pues ayunamos de nuestro ego. Nos damos a
nosotros mismos la oportunidad de desapegarnos del orgullo y la soberbia para
crecer espiritualmente y ayudar a que el otro pueda crecer también.
Otra práctica de justicia que resuena a través de las
obras de misericordia espirituales es la referente a consolar al triste. Dicho
consuelo parte de la presencia del amor de Dios en nuestro corazón y mucho más
necesaria es la disposición del corazón cuando oramos para tolerar los defectos
de los demás.
¿Y qué decir de la oración por los vivos y difuntos?
Esta obra de misericordia no sólo nos conecta con Dios, acrecienta nuestro
vínculo de hermanos con los demás miembros de la Iglesia como cuerpo de Cristo.
Enseñar al que no sabe
Una muestra de amor y una gran manifestación de
misericordia es enseñar al que no sabe. A través del libro del Deuteronomio 6,
7 el Señor nos invita a compartir nuestros conocimientos en los siguientes
términos:
«Se las repetirás a tus hijos, y les hablarás de ellas, sea que estés sentado en tu casa, sea que vayas de camino, sea que te acuestes, sea que te levantes.»
Todos estamos llamados a compartir nuestra fe. A ser
instrumentos de crecimiento espiritual para nuestros hermanos. A ayudar a que
los otros se encuentren con Dios. Que sepan de su infinito amor y sean capaces
de multiplicar esa gracia que han recibido.
Sin embargo, en ocasiones nos guardamos para nosotros algunos
conocimientos cayendo en el egoísmo de no alimentar con el «pan del saber» a
aquellos que pueden nutrirse con lo que hemos comprendido.
¿Cómo podemos ayudar en nuestra comunidad en esta obra
de misericordia? Podemos involucrarnos en la catequesis, formar o ayudar a fortalecer
el grupo de los servidores de Cristo. Enseñar a una persona mayor que tenga celular a
buscar en YouTube el rezo del Rosario. Es cuestión de tener la voluntad de ayudar a que alguien más aprenda lo que no
sabe.
Pero ¿sólo podemos ayudar en cuestiones relacionadas a
la fe? ¡Claro que no! La invitación es a «enseñar al que no tiene conocimiento».
Estamos invitados por Dios a ser colaboradores del crecimiento integral de los
otros. Compartiendo eso que tenemos para que el otro también crezca.
Dar buen consejo al que lo necesita
En una sociedad carcomida por la soberbia aconsejar se
hace difícil. Sin embargo, si realmente queremos el bien de nuestros amigos, tenemos que
buscar la forma de hacerlos reaccionar.
Existen personas que la soberbia no les permite abrir
los ojos y ver en qué están fallando. Pero, por misericordia, debemos buscar la manera en que esa situación no
provoque que a esa persona a la que apreciamos permanezca sumergido en la
oscuridad.
Ofrecer orientación y apoyo a aquellos que enfrentan
decisiones difíciles o situaciones de crisis. Pero, cuando esto ocurre, debe
surgir en nosotros la apremiante decisión de llevar la situación a la oración
para evitar caer en una actitud de jueces.
Para lograr dar un buen consejo, debemos aprender a
escuchar de manera efectiva. No para responder solamente, sino para entender
qué ha llevado a quien necesita orientación a esta situación.
Si queremos ayudar por medio de un buen consejo
debemos procurar seguir la orientación que realiza el autor sagrado del libro
de Proverbios en el capítulo 19 versículo 20 cuando dice: «Escucha el consejo y
acepta la corrección, para que seas sabio el resto de tus días.»
Corregir al que se equivoca
En esta obra de misericordia espiritual resuenan
elementos de la obra de misericordia anteriormente interiorizada. Debemos estar
a la disposición de corregir con amor a quien se equivoca, proporcionando un
buen consejo.
Jesús mismo nos orienta de la manera en que debemos
corregir. En Mateo 18, 15, el maestro nos enseña que «si nuestro hermano
peca, debemos ir con él y reprenderlo a solas; porque cuando nos escucha, hemos
ganado a ese que se ha equivocado».
Sin embargo, en un mundo sumergido en el
individualismo, se ha vuelto común que en vez de extender la corrección nos
volvemos en los ejecutores de su alejamiento de Dios.
¿Cuántas veces nos convertimos en verdugos de esos
hermanos en la fe que han cometido un error apartándolos de la vida
comunitaria? Juzgamos a la chica que salió embarazada. Condenamos al amigo que
se ha alcoholizado o ridiculizamos a aquellos que han pecado diferente a
nosotros.
Como jóvenes de fe, estamos llamados a ayudar a
nuestros hermanos a reconocer y corregir sus errores, siempre con amor y
respeto. La corrección fraterna no se trata de juzgar, sino de ayudar a los demás a crecer en su camino de fe.
No es apoyar el pecado que han cometido, todo lo
contrario, es invitarlo a reconocer que falló y
ayudarlo a volver a Dios.
Perdonar al que nos ofende
En su paso por el mundo haciendo el bien, Jesucristo
nos enseñó la medida del perdón de Dios. «Son perdonadas nuestras ofensas al
Padre tal y cómo perdonamos a los que nos ofenden».
¿Qué quiere decir esto? Que para vivir libres de
resentimiento y amargura debemos perdonar. El perdón es un acto de amor propio,
pues nos libera a nosotros mismos y se extiende a quien nos ha ofendido.
Esta enseñanza de Jesús nos confronta. Nos invita a
ser imagen de Dios que quiere que seamos semejantes a él siendo misericordiosos
como él es misericordioso.
Este perdón que nos desata de las ataduras del odio no
es masoquismo. Es una oportunidad que nos brindamos a nosotros mismos de ser
libres del rencor. Es devolverle a Dios el espacio de nuestro corazón que era llenado por el odio.
A través de la carta de San Pablo a los Efesios las
Sagradas Escrituras nos ofrecen una hermosa reflexión sobre ese perdón que
rompe las cadenas, dice el autor: «Sean bondadosos y compasivos unos con otros,
perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo».
Consolar al triste
Lastimosamente vivimos en un mundo envuelto en la
tristeza. El egocentrismo lleva a la soledad, la soledad mal vivida lleva a la
depresión.
Sin temor a equivocarme diría que vivimos en una de las época más tristes de la humanidad.
La gente no enseña por amor al conocimiento ni
desea compartir el pan. Las personas no se atreven a dar un consejo, porque
pueden ser catalogados de fanáticos religiosos. Los que procuran hacer el bien
se ven obligados a restringir su deseo de ayudar porque pueden ser vistos como
hipócritas por personas que nunca han estado dispuestos ayudar.
Sin embargo, el llamado de Jesús está ahí: «Consolar
al triste».
Existen muchas causas para estar tristes. Familias
divididas a causa de la migración. Pérdidas de vidas por la violencia o los
vicios. Personas valiosas sumidos en el dolor de enfermedades terminales. Pero
debemos sacudirnos de la tristeza para no caer en la depresión y tomar para
nosotros lo que dice el profeta Isaías en el capítulo 40 de su libro:
«Consuelen, consuelen a mi pueblo, dice su Dios».
Acompañar a
aquellos que sufren, ofreciéndoles consuelo y esperanza. Esto implica escuchar
con empatía, ofrecer palabras de aliento y estar presentes en los momentos
difíciles.
Podemos dar un paso más allá. Tenemos aquí en Licey al
Medio el Hogar de Ancianos. Visitar a esos envejecientes puede llevar alegría a
sus vidas.
Sufrir con paciencia los defectos del prójimo
Jóvenes, así como es una gran verdad que Dios nos ama
incondicionalmente, también es muy cierto en que todos tenemos defectos.
Por eso, así como el Señor es paciente con cada uno de
nosotros, de ese modo estamos llamados a ser pacientes y tolerantes con los
defectos de los demás.
Cuando somos
capaces de aceptar las limitaciones y debilidades de nuestros hermanos le ofrecemos
el apoyo y comprensión que quizás está necesitando para mejorar su conducta.
Sin embargo, esto requiere de gran paciencia, inmensa tolerancia y una férrea
voluntad de hacer presente a Cristo en la vida de cada persona.
Orar por los vivos y los difuntos
La Iglesia es una comunidad de hermanos. Los que
peregrinamos por este mundo, los hermanos que están en el purgatorio y aquellas
almas que están en la casa del Padre Celestial somos parte del mismo cuerpo de
Cristo.
Por eso debemos interceder por nuestros hermanos ante
Dios, pidiendo por sus necesidades y por su salvación.
La oración es un acto de amor que nos conecta con Dios
y con nuestros hermanos.
«Cuando realizamos obras de misericordia,
ese bien se lo hacemos a Jesús»
Recapitulemos lo que hemos estado diciendo hoy y la
semana pasada. Cristo mismo nos enseña que todo el bien que hagamos, que todo
el saber que compartamos que todo el amor con el que lo hagamos presente a él
en la vida de nuestros hermanos, estaremos siendo instrumentos de su amor y
misericordia.
Reflexionando en Torno al Tema
¿Soy consciente de las necesidades
espirituales de mis hermanos?
¿Qué obras de misericordia espirituales
puedo practicar en mi vida diaria?
¿Cómo puedo ser un signo de esperanza para
aquellos que me rodean?
Quizás también te pueda interesar: Versos a mi entrega cuaresmal
¿Qué haremos para poner en práctica estas
obras de misericordia?
Como grupo de Pastoral Juvenil elijamos dos obras de
misericordia, una corporal y otra espiritual y realicémosla en nuestra
comunidad como acción penitencial durante la Cuaresma.
A Modo de Conclusión
Con las obras de misericordia espirituales nuestras
almas se acercan con más fervor a Dios. Estás nos enseñan a vivir la justicia
en su sentido más profundo.
La misericordia nos transforma en instrumentos de la
gracia divina, construyendo una sociedad más solidaria, fraterna y justa. No
son acciones aisladas, sino un estilo de vida que debe impregnar todas nuestras
relaciones.
Oración Final
Maestro bueno, hoy te damos gracias porque nos amas y nos llenas de ti. En este día en el que hemos reflexionado sobre las obras de
misericordia espirituales, queremos pedirte que nos ayudes a ser testigos de tu
amor en medio del mundo, practicando la misericordia con generosidad y alegría.
Que nuestra vida sea un reflejo de tu piedad, para que todos puedan
experimentar, por medio de nuestro servicio, tu amor, esperanza y paz.
Amén.
Mensaje del autor: Si
desean que durante este tiempo de Cuaresma realice con su grupo un retiro estoy
a la disposición. Favor avisar con antelación.
Autor: Juan Pablo Jiménez
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