Valor
del Mes: Esperanza Verdadera Lema
del Mes: «Esperamos cielos nuevos y tierra nueva» (2 Pe 3,13)
Objetivo: Promover en los miembros de Pastoral Juvenil el valor de la verdad como un faro que ilumina su conducta en todos los ámbitos de su vida.
Preámbulo
En una sociedad carcomida por la mentira y sofocada por los antivalores, debemos aspirar a ser diferentes y buscar en todo momento ser veraces, honestos y sinceros.
La búsqueda de la verdad debe ser una aspiración del corazón que espera lo trascendente.
Hoy hablaremos sobre este valor fundamental para nosotros, que somos seguidores de Cristo, que es camino, verdad y vida (cf. Juan 14, 5-6).
Oración inicial
Amado Dios, consuelo y esperanza de los que en ti esperan, en este día te damos las gracias por la oportunidad que nos concedes de venir a tu presencia, para llenarnos de tu amor.
Te pedimos hoy que enciendas en nuestras almas el cirio de tu gracia para que podamos ser auténticos discípulos tuyos. Danos la capacidad de discernir entre lo que es bueno y lo que es malo y permítenos ser veraces en todas las circunstancias de nuestras vidas.
Amén.
Introducción
¿Qué es la verdad? Esto, según narra la Biblia en Juan 18, 38, le preguntó Pilato a Jesús mientras lo juzgaba. Jesucristo, quien siempre fue portavoz de principios como la sinceridad, definiéndose a sí mismo como la verdad, nos muestra que, incluso en los momentos de dificultad, debemos ser honestos y congruentes con nuestros principios.
En los tiempos en que vivimos, la verdad, como valor fundamental, ha perdido su significado más pleno: la coherencia entre lo que se es, se siente y se piensa.
Es, sin lugar a dudas, en fortalecer nuestra relación con Dios, con una mirada esperanzadora y llena de esperanza, cómo podemos apreciar más profundamente ese amor incondicional de Dios y el cumplimiento de su promesa de estar siempre con nosotros.
Hoy buscaremos, desde la fe, profundizar el valor de la verdad. Partiendo de la noción de que «la verdad se identifica con el bien moral», tal y como lo planteaba Sócrates, y cómo hoy, en una sociedad orientada al individualismo, se quiebra su naturaleza.
Preguntas para la reflexión
Para ti, ¿qué es la verdad?
¿Qué antivalores presenta la sociedad de hoy que impiden vivir la verdad?
¿Por qué debemos evitar incurrir en la mentira si de verdad queremos ser signos de esperanza en medio de la sociedad?
¿Por qué es tan difícil ser honestos?
Seamos sinceros, es difícil hoy en día ser totalmente honestos. El mundo nos ha inculcado que, para poder salir de situaciones, hay que sostenerse de «la vieja confiable»: la mentira.
Lo vemos en la política, lo notamos en el marketing, lo descubrimos en personas públicas —incluso dentro de la misma Iglesia— que, para cuidar su posición, acuden a la deshonestidad.
La falsedad es un mal social que, como todo mal, nos oprime, nos tiraniza y nos conduce al pecado. Sin embargo, tenemos que afrontar este reto, como todos los demás retos que se nos cruzan en el camino cuando optamos por ser personas de fe. Orando para que Dios nos dé la gracia de no caer en el pecado.
Los mismos ambientes en los que nos movemos pueden incentivarnos a mentir, a veces con excusas llenas de frivolidad o banalidad. Por tal motivo, en todo nuestro ser y proceder, debemos actuar con conciencia, teniendo criterio propio.
Es por esto que en todas nuestras relaciones, en las sentimentales, como en las familiares, laborales o escolares, debemos procurar ser honestos.
La fidelidad en el noviazgo, la honestidad en el trabajo o la transparencia con nuestros padres deben convertirse en parte indispensable de nuestras vidas.
Pero, no sólo en la vida cotidiana, ¡revisemos nuestras redes sociales! ¿Mostramos la verdad en ellas? ¿Somos realmente honestos? ¿O somos de los que colocan tantos filtros en nuestras fotos que dejamos de ser quienes realmente somos? ¿Nos creemos el storytelling que le fabricamos a los demás de una vida que no se corresponde a la que realmente nos ha tocado?
Es difícil ser honestos y más cuando se nos distorsiona tanto la verdad. Pero por el bien de nuestras almas y por nuestra salud mental, debemos aprender a limitar la influencia de las redes sociales en la manera en que nos autopercibimos y en la forma en que afrontamos la realidad.
La verdad y la prudencia
Volvamos a la conversación de Jesús y Pilato. Cuando nuestro Señor Jesucristo está ante el gobernador romano de Judea, es cuestionado sobre si era Rey. El Mesías afirma que sí lo es y que a eso ha venido al mundo, para ser testigo de la verdad y todo el que es de la verdad, escucha su voz. (Cf. Juan 18, 37).
Sin embargo, ahí emanó la pregunta de la autoridad civil: ¿qué es la verdad? (Juan 18, 38) y Jesús calló. No le respondió. ¿Sabía el Señor qué era la verdad? Por supuesto que sí, él lo sabía. ¿Era conveniente profundizar en ese momento esa verdad con Pilato? Aparentemente no era el momento.
Esto nos enseña a vivir la prudencia. Porque la verdad hay que decirla; no obstante, hay circunstancias en las que debemos ser prudentes en cuándo y cómo la comunicamos.
Un exceso de honestidad ante situaciones en las que se debe ser cauto es poco sensato. Por ende, es prudente analizar detenidamente el momento de expresarnos. A veces no es lo que decimos sino cómo lo decimos lo que puede causar malentendidos.
Ser sincero pero con agresividad, arrogancia o de forma arrolladora le quita el peso a nuestros argumentos, aunque la sociedad en la que vivimos muestre lo contrario.
Como jóvenes que aspiramos a una mejor sociedad, tenemos el deber de no dejarnos arrastrar por la violencia verbal que se ha hecho parte de nuestra cultura. Tenemos el deber de procurar que el fomento de la paz, la concordia y el respeto sean los signos de verdad que mostremos a los demás.
Cristo, la verdad que nos libera.
Pero, ¿cómo podemos vencer el relativismo moral y social que nos promueve la sociedad de hoy? Conociendo a Cristo, que es la verdad que nos libera.
Él mismo lo planteó en el evangelio de Juan 8, 32: «Conociendo la verdad, la verdad nos hace libres». Liberados de la banalidad, nos hacemos capaces de darle su justo valor a las cosas. Libres de la mentira, podemos vivir la gracia de mantenernos en la presencia de Dios. Con la libertad de un corazón honesto y unos labios sinceros, nos convertimos en instrumento de bendición para la vida de los demás.
A ser veraces nos llama el Señor, porque para vivir en libertad nos ha liberado Cristo (Gálatas 5, 1).
Nosotros, los bautizados, como miembros del Cuerpo de Cristo, estamos llamados a ser misioneros de la verdad, como diría el nuevo papa León XIV: «La vocación de todo cristiano es ser misionero, anunciar el evangelio allí donde uno se encuentre.
Reflexionando en torno al tema
En medio de una sociedad en la que se pretende vivir sin verdades absolutas, los jóvenes de fe debemos esforzarnos por conocer a Cristo, la verdad que nos libera.
Luego de interiorizar sobre el valor de la verdad, se hace prudente profundizar sobre cómo viviremos este valor fundamental.
Partiendo de que debo ser honesto en todo momento, siendo prudente a la hora de plantear mis posturas, ¿cómo será mi actitud con los demás?
¿Qué acciones concretas debo realizar para ser un auténtico servidor del Señor con relación a la manera en que afronto la verdad?
A modo de conclusión
Más que un concepto abstracto que implica la relación entre lo que somos y hacemos, hablar con veracidad es una decisión.
Si actuamos siempre pensando en ser honestos, podemos encender la llama de la esperanza que ha apagado la banalidad y la mentira.
¡Así que ánimo! Y recuerda siempre: La verdad vale mucho y el ser humano no vale por lo que posee, sino por sus valores.
Oración final.
Amoroso, Señor, con un corazón agradecido venimos ante ti para llenarnos de ti y ser reflejo de tu amor en medio del mundo.
Queremos pedirte hoy que nos ayudes a ser capaces de anunciar la verdad, no sólo con nuestras palabras, sino con la manera en que vivimos.
Ayúdanos en cada momento a seguirte a ti, que eres camino, verdad y vida.
Amén.
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