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Las Virtudes Teologales: Fuente de la Fortaleza del Creyente

 


Valor del mes: La Esperanza Fortalece 

Lema del mes: «Espera en el Señor y sé fuerte; ten valor y espera en el Señor» (Sal 27,14)



Objetivo:  Dar a conocer a los miembros de las comunidades juveniles las virtudes teologales como fuente de la fortaleza del creyente.

Preámbulo:

La vida es dura, ¿cierto? Pero si tenemos fe, si encendemos en nuestros corazones la esperanza y sostenemos nuestras vidas en el amor podemos encontrar la fortaleza para enfrentar las dificultades que pueden golpear nuestra existencia y redescubrirnos día a día como hijos muy amados de Dios.

Sin embargo, este redescubrimiento a nosotros mismos en la dureza de la vida a través de la fe, la esperanza y el amor, sólo lo podemos lograr gracias a la bondad de Dios. Es Él quien reafirma nuestra fe, enciende nuestra esperanza y nos muestra su amor.

A estas gracias de Dios la Iglesia las llama virtudes teologales y son las facultades del ser humano de participar de la naturaleza divina (Catecismo de la Iglesia Católica, 1812).

Hoy meditaremos sobre las virtudes teologales, las cuales son infundidas en nuestros corazones por Dios (CIC, 1813) para guiar nuestras vidas de la manera correcta.

Oración inicial

Ven, Espíritu Santo sobre esta comunidad de creyentes que necesita de tu gracia para proclamar tu grandeza y vivir de todo corazón tu mandamiento del amor.

Presencia amorosa de Dios, llénanos de la virtud de la fe, para salir a tu encuentro y vivir para ti. Ilumina cada corazón de los aquí presentes con la llama de la esperanza, para que podamos obrar cada día como hijos tuyos. Infunde en nuestro ser el fuego de tu amor para amarte a ti con todo nuestro ser, amando al prójimo como nos has mandado amar.

Permítenos siempre conocer y hacer tu voluntad para vivir siempre en tu gracia.

Amén.

Introducción

¡Chicos, no hay nada más inquieto que el corazón de un joven! Y sólo en Dios nuestro interior puede encontrar la calma, el sosiego y la luz que necesita para poder tener una existencia equilibrada en medio de una sociedad que ha relativizado todo y pretende fomentar una vida sin verdades absolutas, sin esperanza en lo trascendente.

Es, por medio de las virtudes teologales donde se fundan, animan y caracterizan nuestro obrar moral como individuos (Cf. CIC, 1813).

Pero ¿qué debemos hacer para poder vivir fortalecidos por estos regalos que nos concede Dios? Orar con fe.

En esa oración debemos pedir al Espíritu Santo que nos conceda la gracia de aumentar nuestra fe. Que esa fe encienda en nuestras almas la esperanza y que, movidos por un amor arraigado en la certeza de la misericordia que el Señor nos tiene seamos capaces de amarlo todo en su amor.

Meditemos unidos como comunidad de hermanos sobre las virtudes. Interioricemos unidos qué son las virtudes teologales y por qué son la fuente de nuestra fortaleza como discípulos de Jesús que peregrinan llenos de fe y esperanza por los senderos de este mundo.

Preguntas para la reflexión

¿Por qué crees que son importantes las virtudes teologales?

¿Qué significa para ti la expresión: «La virtud es una disposición de hacer el bien»?

¿Consideras tú que vivir a profundidad la fe, la esperanza y el amor pueden ayudar a tomar mejores decisiones en la vida? ¿Por qué?

La virtud como disposición del corazón

Enseña el Catecismo de la Iglesia Católica en su numeral 1803 que «la virtud es la disposición habitual del ser humano de hacer el bien». Así como «Cristo pasó por el mundo haciendo el bien» (Hechos, 10, 38), todos los seres humanos —especialmente los que somos creyentes— estamos llamados a realizar actos buenos y a dar lo mejor de nosotros mismos.

Por medio de esas virtudes encontramos sentido a nuestras vidas. A través de ellas podemos descubrir la fortaleza necesaria para no desarraigarnos de la gracia de hacer el bien y cumplir el precepto de Jesús: amar al prójimo como a uno mismo.

Ahora vamos a discernir un poquito. Esas virtudes, que son sobre todo, «disposición del corazón que quiere honrar a Dios», ¿la recibimos prefabricadas? ¡No, que va! No se trata de conceptos abstractos, lejanos o imposibles. Las virtudes no se aprenden. En fe, debemos tener la esperanza que son un regalo que nos otorga el amor de Dios.

¿Y cómo logramos obtener este cupón de regalo? A los pies de Jesús, orando.

Sin embargo, ahí entra nuestra fuerza de voluntad. Orar es obligatorio, pero también necesitamos fomentar esa gracia día a día para que se desarrollen en nuestra alma. Cosechando en nuestro interior pensamientos positivos para vencer la resequedad de la falta de fe, la amargura de la desesperanza y la angustia que provoca el desamor.

¿Y cuál es el método? San Pablo se lo dijo a los filipenses y hoy a todos nosotros: «Teniendo en cuenta todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable. Todo cuando sea virtud y cosa digna de elogio». (Filipenses 4, 8).

Las virtudes: Nuestra firmeza interior

Las virtudes nos humanizan. Son un instrumento que Dios concede para conocer nuestra dignidad y respetar la dignidad de los demás.  Es nuestra fortaleza interior que nos hace vencer el odio que corroe con la fuerza del amor que nos llena de vida.

En un mundo cada vez más volátil, desenfrenado y violento es necesario que practiquemos libremente el bien para ser virtuosos y vencer el mal a fuerza de bien.

Pero, no es sólo decirlo, es vivirlo. Es procurar no lastimarnos a nosotros mismos. Es actuar bajo los mandatos de Dios, es tener la firme decisión de respetar al otro, porque al igual que yo es un ser humano, hijo del mismo Padre, por quien el mismo Cristo también se entregó en la cruz.

¿Puedo vivir las virtudes teologales en un mundo que vive a espaldas de Dios?

¡Chicos, en este punto de la historia, el mundo ha perdido el sentido de las verdades absolutas! La fe se confunde con el fanatismo o el sentimentalismo y no como la respuesta libre y decidida del corazón del ser humano que quiere honrar al Dios que sale a su encuentro.

O peor aún. Muchos descartan la experiencia de vivir la fe. Tanto a nivel personal como comunitario. Sin embargo, mis muchachos, les comunico una certeza ineludible: la fe siempre es respuesta.

Esta virtud teologal nos ayuda a comprender las manifestaciones del amor de Dios. Trascienden a una experiencia del intelecto. Es una relación amorosa con Dios, que es Amor (1 Juan 4, 8) y nos ama a cada uno personalmente.

 El ser humano tiene sed de lo trascendente. De algo que lo sobrepase. Para nosotros los católicos «la fe es nuestra respuesta a la bondad de Dios» (cf. CIC, 26), por eso debemos siempre orar para que esa virtud se mantenga encendida. Si el mundo quiere cegarnos con los destellos del relativismo, nuestra oración debe ser: Dios mío, creo en ti, pero aumenta mi fe.

Otra manera en la que la sociedad de hoy nos aparta de la gracia de Dios es matando nuestra esperanza en un mundo mejor. Las noticias nos cuentan violencia, nos muestran genocidios, nos narran luchas de intereses y anhelos de poder. En Jesús, nuestra fortaleza, debemos ser llamas de esperanza que se encienden al unísono en un mundo fragmentado por el individualismo, el odio y la intolerancia. No desde un optimismo ingenuo sino con conciencia firme que si queremos un mundo mejor debemos ayudar a construirlo.

La falta de amor es el óxido que destruye la humanidad. ¿Cómo evitamos que el ser humano se corroa? Siendo, desde nuestra realidad, signos de amor. Primero en el hogar, honrando a nuestros padres, amando a nuestros hermanos, tolerándonos entre todos.

En medio de la comunidad. Ayudando a esa anciana que vive sola. Dándole consuelo a ese que sufre de depresión. Sirviendo en la Iglesia, no solo en la Pastoral Juvenil sino en todo aquello que se nos necesite. Siendo jóvenes de ejemplo, bondadosos, amorosos, creyentes y llenos de esperanza. Jóvenes que hacen el bien porque quiere hacer presente a Dios. Ahí empezamos a vivir esa trascendencia a la que aspiramos todos los seres humanos.

Las virtudes teologales en la Biblia

Cerremos con broche de oro. ¿Qué enseñan las Sagradas Escrituras sobre las virtudes teologales? San Pablo dice que debemos permanecer en ellas.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los corintios 13, 13

Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor.

Palabra de Dios

Si queremos ser virtuosos, si queremos hacer el bien, debemos permanecer. La fe sólo es fructífera si nos mantenemos firmes en lo que creemos. Creyendo en ese Dios amoroso que sale a encontrarnos. Creyendo en nosotros mismos y en nuestras capacidades. Confiando en que vamos a encontrar bondad en los demás.

Permanecer en la esperanza que no defrauda (Romanos 5, 5) porque teniendo esperanza es que podremos vencer toda adversidad. En un mundo que desoye al necesitado nosotros, creyentes de hoy, debemos estar dispuestos a compartir lo poco que tenemos con el que no tiene. A veces la carencia no es económica, puede ser de consuelo y ahí entramos nosotros, siendo llama de esperanza en la vida de los demás. Abrazando al que esta deprimido. Orando con el que no encuentra consuelo. Siendo luz en un mundo enceguecido.

Sin embargo, de estas tres la mayor es el amor. El amor que provocó que el Padre creara el mundo, el amor que movió a Jesús a entregarse en la cruz, el amor que impulsa a la Iglesia, que es el Espíritu Santo, don de Dios que nos llena el corazón.

Este amor es fruto de la caridad de Dios. De la bondad de Dios. Incluso, en algunas traducciones de la Biblia y en ciertos documentos de la Iglesia se le denomina caridad (caritas) a esta virtud teologal. Que se podría entender como ese amor trascendental y sobrenatural que impulsa a Dios a amarnos y a nosotros a amar a los demás como Él manda.

Debemos estar dispuestos a amar. A llenarnos de ese amor que nos impulsa a la trascendencia, de ese amor que nos hace presencia real de Cristo en medio del mundo.

Reflexionando en torno al tema

Cuando las situaciones de la vida nos sobrepasan debemos orar para que Dios, en su amor aumente nuestra fe y haga reverdecer nuestra esperanza.

Ahora, para abordar de manera personal y comunitaria las virtudes teologales y sabiendo que en ellas podemos encontrar nuestra fortaleza, meditemos lo siguiente:

¿Qué acciones concretas realizaré para encender en mi corazón el fuego de la fe con la llama de la esperanza para amar más y mejor a Dios?

¿Cómo viviré las virtudes teologales en medio de mi comunidad?

Ahora reflexionemos todos juntos:

¿Qué haremos como comunidad de pastoral juvenil para ayudar a que otros se encuentren con Dios a través de la vivencia de las virtudes teologales?

¡Yo te tengo una propuesta! Encendamos juntos el fuego de la fe con la llama de la esperanza. Invitando desde ya a todos los jóvenes que conozcas al I Congreso Juvenil Católico Josué Rodríguez: Jóvenes Llamas de Esperanza. ¿Cuándo será? El sábado 15 de noviembre en la Parroquia Sagrado Corazón de Jesús, Licey. ¡No te lo debes perder!

Ahora meditemos lo vivido con una canción: 



 

Oración final

Clamamos a ti, oh, Dios nuestro, para pedir tu gracia y tu paz. Danos un corazón virtuoso, dispuesto a amarte a ti por sobre todas las cosas.

Permítenos la virtud de la fe, para esperar en tu amor todas las bendiciones. Concédenos la virtud de la esperanza para ser testigos de tu amor en medio del mundo. Llénanos de tu amor, para ser signo de tu misericordia en un medio de la humanidad.

Oh, Señor nuestro, auxílianos con tu gracia para ser fortalecidos, cada día, con las virtudes que nos invitas a vivir.

Amén

 

 

 


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